La última ilusión (Nebraska)
César Bardés [colaboraciones].-
Un millón de dólares no caen del cielo todos los días así que lo mejor es ponerse a hacer camino. No importa nada que tu mujer o tus hijos te digan que no, que eso es un timo, que más vale que te quedes en casa como un vegetal y que te dejes de tontadas. Es curioso cómo se mima en todos los caprichos a un niño y a un viejo se le niegan sistemáticamente porque se supone que es un adulto. Al fin y al cabo, un lento peregrinar por unos cuantos estados puede que sea una última oportunidad para realizar una última ilusión.
Luego vendrá la familia y algún antiguo socio diciendo que si debes dinero o que si los viejos tiempos fueron mejores. Mejor hacerse el sordo. Total, ya lo estás. Lo que pasa es que oyes más de lo que ellos creen ¿verdad? Uno puede ser viejo pero eso no es sinónimo de idiota. Eso es lo que ellos creen, sí. Que lo crean. Vete a cobrar el millón de dólares y así tendrás algo que dejar a tus hijos.
Tal vez una furgoneta nueva o un compresor de aire. ¿Y para qué quieres un compresor de aire si ya casi no puedes ni andar? Bueno, es cierto que hacer planes no hace ningún mal y si tienes en la mente la idea de pintar la casa, pues es mejor que hagas lo necesario para llevar a cabo esa idea. ¡Qué diablos! ¿Qué tienes que perder?
Lo que pasa es que tu mirada cambiará un poco. Ya no será esa mirada solitaria, sin hogar, que se pierde
entre las calles del pueblo donde vives. Tal vez, esa mirada tendrá un poco de ternura y también algo de agradecimiento porque dicen que los hijos se olvidan de ti cuando eres viejo pero tú tienes uno que vale ese millón de dólares.
Y además de verdad. Es un chico bueno, dócil, que no ha tenido demasiada suerte en la vida, como tú. Y que quiere conocerte porque fuiste misterio y rutina y unas cuantas botellas apiñadas en el garaje. Sí, bebiste de más cuando él te necesitaba de pequeño y eso es una herida que te va a ser muy difícil cerrar pero es que él tiene magia.
A LAS PUERTAS DE LA LOCURA
Él va a hacer que lo imposible sea posible, que se llegue a un acuerdo con el destino para que tú puedas realizar esa última ilusión. ¿Y en qué consiste? Solo en un momento más de orgullo. Sí, hombre, es eso que tanto se pierde según vas cumpliendo años porque la vejez hace que todo se olvide. La dignidad, la pasión, el disfrute...y el orgullo. Todo eso se queda por el camino y tú vas a ir a recogerlo como si fuera un millón de dólares. Y tu mirada será sabia. Y el tiempo, corto.
Alexander Payne vuelve a los esquemas que ya nos enseñó en “A propósito de Schmidt” solo que recubriendo esa infinita soledad que le ocurría a su protagonista de un tamiz en blanco y negro y de un acompañamiento de profundo cariño escondido. Para ello, recurre a un actor que habla con su mirada de
cuarta edad como Bruce Dern y lo sitúa a las puertas de la locura sin llegar a cruzar el umbral.
Todo es un viaje, un sendero para conocer los últimos latidos de un corazón que, en el fondo, lo hace todo por amor aunque no sea capaz de expresarlo, aunque no lo haya expresado nunca. Detrás de este inmenso actor está un paciente Will Forte, que aporta comprensión y psicología y una impagable June Squibb que desahoga sus terribles años de ancianidad en una catarata de procacidades verbales que arrancan la sonrisa y ahondan en la ternura.
Y es que es lo único que queda cuando ya los años pesan tanto y la mente está deseando fugarse. No es que se reclame un millón de dólares, es que se pide un poco de amor de vuelta. Y somos tan ciegos, tan egoístas, que no sabemos verlo porque permanecemos esclavos de nuestras comodidades y de unas obligaciones que nos vienen muy bien para esquivar responsabilidades.
Y quizá cuando un padre anciano comienza a tirar millas para llegar a un timo y a una respuesta lo único que tengamos en los labios sea un no que nos justifique y nos abrigue del engorro. Y un día ese viejo seremos nosotros. C. Bardés
Un millón de dólares no caen del cielo todos los días así que lo mejor es ponerse a hacer camino. No importa nada que tu mujer o tus hijos te digan que no, que eso es un timo, que más vale que te quedes en casa como un vegetal y que te dejes de tontadas. Es curioso cómo se mima en todos los caprichos a un niño y a un viejo se le niegan sistemáticamente porque se supone que es un adulto. Al fin y al cabo, un lento peregrinar por unos cuantos estados puede que sea una última oportunidad para realizar una última ilusión.
Luego vendrá la familia y algún antiguo socio diciendo que si debes dinero o que si los viejos tiempos fueron mejores. Mejor hacerse el sordo. Total, ya lo estás. Lo que pasa es que oyes más de lo que ellos creen ¿verdad? Uno puede ser viejo pero eso no es sinónimo de idiota. Eso es lo que ellos creen, sí. Que lo crean. Vete a cobrar el millón de dólares y así tendrás algo que dejar a tus hijos.
Tal vez una furgoneta nueva o un compresor de aire. ¿Y para qué quieres un compresor de aire si ya casi no puedes ni andar? Bueno, es cierto que hacer planes no hace ningún mal y si tienes en la mente la idea de pintar la casa, pues es mejor que hagas lo necesario para llevar a cabo esa idea. ¡Qué diablos! ¿Qué tienes que perder?
Lo que pasa es que tu mirada cambiará un poco. Ya no será esa mirada solitaria, sin hogar, que se pierde

Y además de verdad. Es un chico bueno, dócil, que no ha tenido demasiada suerte en la vida, como tú. Y que quiere conocerte porque fuiste misterio y rutina y unas cuantas botellas apiñadas en el garaje. Sí, bebiste de más cuando él te necesitaba de pequeño y eso es una herida que te va a ser muy difícil cerrar pero es que él tiene magia.
A LAS PUERTAS DE LA LOCURA
Él va a hacer que lo imposible sea posible, que se llegue a un acuerdo con el destino para que tú puedas realizar esa última ilusión. ¿Y en qué consiste? Solo en un momento más de orgullo. Sí, hombre, es eso que tanto se pierde según vas cumpliendo años porque la vejez hace que todo se olvide. La dignidad, la pasión, el disfrute...y el orgullo. Todo eso se queda por el camino y tú vas a ir a recogerlo como si fuera un millón de dólares. Y tu mirada será sabia. Y el tiempo, corto.
Alexander Payne vuelve a los esquemas que ya nos enseñó en “A propósito de Schmidt” solo que recubriendo esa infinita soledad que le ocurría a su protagonista de un tamiz en blanco y negro y de un acompañamiento de profundo cariño escondido. Para ello, recurre a un actor que habla con su mirada de

Todo es un viaje, un sendero para conocer los últimos latidos de un corazón que, en el fondo, lo hace todo por amor aunque no sea capaz de expresarlo, aunque no lo haya expresado nunca. Detrás de este inmenso actor está un paciente Will Forte, que aporta comprensión y psicología y una impagable June Squibb que desahoga sus terribles años de ancianidad en una catarata de procacidades verbales que arrancan la sonrisa y ahondan en la ternura.
Y es que es lo único que queda cuando ya los años pesan tanto y la mente está deseando fugarse. No es que se reclame un millón de dólares, es que se pide un poco de amor de vuelta. Y somos tan ciegos, tan egoístas, que no sabemos verlo porque permanecemos esclavos de nuestras comodidades y de unas obligaciones que nos vienen muy bien para esquivar responsabilidades.
Y quizá cuando un padre anciano comienza a tirar millas para llegar a un timo y a una respuesta lo único que tengamos en los labios sea un no que nos justifique y nos abrigue del engorro. Y un día ese viejo seremos nosotros. C. Bardés
Pon tu comentario