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Ni Cervantes ni Shakespeare murieron el 23 de abril

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Desde hace años celebramos el 23 de abril como el dĂ­a que murieron Cervantes  y Shakespeare y por esa curiosa y rara coincidencia se estableciĂł el “DĂ­a  del libro”, en esa fecha.  Un aniversario que, salvo este año, (al menos en Madrid),  es rarĂ­simo no pasarlo bajo el paraguas. Algunos dicen que son el llanto del cielo ante la muerte de estas figuras literarias tan excepcionales. 

No serĂ­a lo mismo si el dĂ­a hubiera caĂ­do en el  mes de agosto, ya que la lluvia hubiera cedido su apariciĂłn a un calor sofocante y a un cielo luminoso. Pero demos alas al romanticismo y a la poesĂ­a y aceptemos que la lluvia nos demuestra el duelo celestial.   

Al documentarme sobre el tema, me ha sorprendido que la coincidencia en la muerte de ambos autores se fundamenta en hechos al parecer confusos.  Ni Cervantes muriĂł el 23 de abril, sino un dĂ­a antes, aunque fuera enterrado al dĂ­a siguiente, como era y es lo habitual, ni a Shakespeare le llegĂł su final en la fecha citada sino el 3 de mayo. 

La razón de esta evidente diferencia se debe a que Inglaterra utilizaba el calendario juliano y España, Francia e Italia, el reformado en 1582, por el Papa Gregorio XII, que adelantaba en diez días las fechas del anterior. Es decir, que sí el dramaturgo británico murió el 23 de abril, según el calendario inglés, en España y otros países era ya el 3 de mayo, pues no adoptaron el nuevo calendario gregoriano, hasta l752, cuando el insigne dramaturgo llevaba muerto ciento treinta y seis años.

Algo que ignoran los que equivocadamente fijan la fecha del 23 de abril como aniversario de la muerte de ambos, si hacemos caso a las versiones leĂ­das en  fuentes fiables. 

Tampoco confirman que ambos autores se  conocieran personalmente, ni que se leyeran mutuamente, aunque algunos indican que el inglĂ©s sĂ­ llegĂł a leer la obra cumbre del español. De todas formas, la biografĂ­a de Shakespeare ofrece unas lagunas e interrogantes nada claros y hay dĂ©cadas en su vida que nadie conoce, a pesar de las investigaciones que se han realizado. 

REGALAR LIBROS Y FLORES

Algunos llegan incluso a negar que ese joven actor, un tanto juerguista, dado al alcohol,  bastante alocado y de no muy buenas maneras, fuera capaz de escribir y versificar esa gran cantidad de obras tan selectas, ingeniosas y con tal perfecciĂłn en sus versos, que le han hecho ser merecedor de un enorme prestigio universal.

Hay estudiosos del tema que hablan de seudónimos y artificios por parte de un gran autor que entregaba sus obras a un personaje de la farándula, para que las ofreciera como suyas, pues prefería mantenerse en el anonimato.

Algo fuerte a mi entender, pero ya se sabe que en esta vida todo es posible y nada ha de plegarse forzosamente a la historia que nos han contado. Yo me limito a exponer lo que he leĂ­do en algunos textos consultados. 

Lo que está claro es que el 23 de abril, no es la fecha más significativa, segĂşn los datos obtenidos,  para celebrar el DĂ­a del Libro, si damos como excusa la muerte de estos dos grandes de la Literatura Universal. Ello no quiere decir que no sea muy encomiable y hasta oportuno dedicar un dĂ­a especial al regalo y la lectura de un buen libro. 

Aunque yo soy partidario que el libro debe ser siempre el mejor obsequio que podemos hacer a la persona que queremos distinguir o agradar. No ha de ser fruto de un día especial que celebramos cada año, sino el aliciente y detalle que tengamos hacia aquellos que merecen nuestra estima y reconocimiento. Si hemos acertado en la elección, tenemos la seguridad de que mientras dure su lectura y la recuerde, estaremos en su memoria y gratitud.

CONECTADO AL MUNDO DEL LIBRO

A lo largo de mi vida, he estado muy conectado al mundo del libro. Desde pequeño, gracias al celo y acierto de mis profesores me he familiarizado y he disfrutado con la lectura de un buen libro y jamás me he lamentado el tiempo empleado en ese incomparable menester y he inculcado esta devociĂłn a mis hijos desde el instante que tuvieron la facultad de leer. 

Hoy puedo decir con orgullo de padre que son lectores compulsivos. Mucho más que lo fui yo. No hay nada que pueda compararse a la lectura de un buen libro, para llenar las horas vacías con algo tan grato y positivo.

Admiro a los catalanes por el detalle de obsequiar este dĂ­a con el libro y la flor. Me parece un detalle admirable y exquisito y me figuro que muy gratamente aceptado por la persona que lo recibe. Cuando tuvimos la librerĂ­a, acostumbraba en esta fecha obsequiar a  todas las señoras y jĂłvenes que pasaban ante ella con una rosa. 

Sin necesidad de tener que comprar alguno de los ejemplares que exponĂ­amos ante la fachada del local. Era solo un sencillo homenaje del libro a la mujer, que en la actualidad supera al hombre en el noble “vicio” de la lectura.

Mi aficiĂłn por escribir casi a marchas forzadas, me impidiĂł tener tiempo para el libro, salvo raras excepciones. No pude compaginar ambas actividades. Y me volquĂ© en alma, vida y corazĂłn en el no menos noble “vicio” de escribir.

OBRA DE TEATRO

He  escrito, aparte de miles de reportajes y artĂ­culos, varias novelas y una obra de teatro en verso, con el desenfado y las peripecias graciosas propias de la astracanada. Todos con el mismo empeño e ilusiĂłn, aunque no con idĂ©ntica suerte.

De ellos, solo cinco he publicado, el resto escritas en mis principios literarios no han salido a la luz. La obra teatral en verso, titulada “Los apuros de Romeo”, fue representada dos veces por mis hijos y compañeros de la universidad.

Una en el teatro del colegio de los marianistas en Carabanchel  y otra en el salĂłn de una parroquia madrileña, a peticiĂłn del párroco que estuvo en el estreno y nos pidiĂł volverla a representar para los ancianos de su iglesia. Se rieron con ganas y llenaron el escenario de caramelos y flores lanzados a sus intĂ©rpretes.

Obtuve un gratificante Ă©xito en ambas ocasiones. A pesar de que las entradas se vendĂ­an en taquilla al pĂşblico, el teatro se llenĂł en ambas ocasiones. Los chavales lo hicieron muy bien y el director, que era un profesional,  puso mucho entusiasmo y pericia en ello.

En las dos ocasiones tuve que salir a saludar desde el escenario. Me acordé en tales momentos de mi paisano Antonio García Gutiérrez, que fue el primero que obtuvo tal privilegio en el teatro español. Hoy la obra, de la que aún hablan mis hijos y sus compañeros cuando nos vemos, duerme el sueño del olvido en uno de mis cajones.

NUEVA NOVELA

Acabo de finalizar una nueva novela y los que la han leĂ­do, aĂşn sin las correcciones de Ăşltima hora, faceta en la que me hallo,  me han dicho que está muy bien, la encuentran interesante y engancha al lector desde principios. Me aconsejan su publicaciĂłn. Como si eso dependiera de mĂ­. SerĂ­a una de mis grandes ilusiones.

Es la primero que escribo dentro del llamado gĂ©nero  de novela negra. Una idea imaginada de principio a fin, aunque en toda obra es habitual que se encuentren más o menos ocultos,  algĂşn rasgo o caracterĂ­stica del autor. La he pasado ya varias veces por el tamiz de mi ansiada perfecciĂłn literaria, pero cada vez que la leo encuentro algo que modificar, como me ha ocurrido con las anteriores publicadas. 

Es una historia donde se mezcla el suspense, el amor conyugal y el adĂşltero, rituales esotĂ©ricos y toda clase de emociones y sobresaltos. Narra las peripecias de un periodista de investigaciĂłn sometido a las amenazas y el acoso de una  organizaciĂłn criminal muy poderosa.

Su acción se desarrolla en, Madrid, Toledo, Sevilla, el Vaticano, Cádiz, Vejer y sobre todo, en La Barrosa chiclanera, donde tienen lugar los principales acontecimientos, aventuras y desventuras. Me han dicho que está muy bien ambientada y documentada.

Lo relativo al Vaticano, gracias a la colaboración y amabilidad de mi compañera Paloma Gómez Borrero. Espero verla publicada y me gustaría hacerlo en mi tierra, ya que a ella va dedicada.

Por cierto, de la emisora de radio chiclanera me preguntan, con motivo del DĂ­a del Libro, quĂ© estoy leyendo. Desde aquĂ­ le contestĂł que “El Pergamino”, la nueva novela de este quijote literario que ni pasados los ochenta ha perdido sus ilusiones. 




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