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El ébola llega a España y nadie se hace responsable


Félix Arbolí [colaboraciones].- 

Vaya por delante mi admiración y respeto hacia los que como misioneros, médicos, enfermeras, maestros y cualquiera otra profesión, han dejado comodidades, familias, patria y demás apegos, para entregarse voluntariamente al servicio de los que los necesitan. Dan lo más preciado que tenemos, la propia vida en beneficio exclusivo del prójimo sin esperar honores, recompensas o las medallas de la vanidad. 
Dicen que su premio está en el Más Allá. Largo me lo fiais. Nunca me he visto en la  tesitura de dar todo lo que soy y tengo por alguien al que no conozco, ni formo parte de su mundo. Motivos tiene el corazón que la razón desconoce.

El ébola es una terrible enfermedad que azota una serie de países africanos sin recursos económicos y médicos capaces de tratarla y erradicarla. Este tipo de desgracias siempre se origina en países subdesarrollados, donde sus escasos medios se pierden en oscuros vericuetos obviando por completo la hambruna y miseria absoluta que vive su pueblo. Pocos dirigentes políticos de estos lugares contraen esta enfermedad.

En tiempos del Antiguo Testamento dirían que es una maldición bíblica, como las diez plagas de Egipto, la apertura de las aguas del Mar Rojo para que pasaran los judíos y se ahogaran los egipcios -como si éstos nos fueran también criaturas de ese Dios universal-,  la destrucción de Sodoma y Gomorra y tantos otros espeluznantes pasajes bíblicos que en lugar de infundirnos fe y esperanza en la divinidad, nos inculca muchos recelos y un gran terror.

Las enfermedades, epidemias, erupciones volcánicas, desbordamientos de ríos y mares y todas las tragedias y catástrofes que sufrieron pasadas generaciones y sufren las actuales, nada tiene que ver con el Más Allá, sino con nuestros errores y las consecuencias del mal uso de nuestra equivocada libertad.

SOBERBIA HUMANA

No es Dios el que se carga la Tierra sino ésta la que intenta cargarse a Dios. La soberbia humana no tiene límites y hasta muestra su desprecio escupiendo hacia arriba, sin darse cuenta que siempre acaba salpicándole en pleno rostro.

Introducir el ébola en un país, que no la sufre, ni tiene por qué sufrirlo, es de juzgado de guardia. No solo tenemos el peligro de la incontrolada inmigración subsahariana que nos invade a través del salto a la valla melillense y recorrido en pateras del Estrecho y que en ocasiones han tenido que permanecer en cuarentena ante posible riesgo, sino que fletamos un avión especial y costosamente equipado para traer dos enfermos terminales de este contagioso mal e instalarlos en un hospital situado en pleno centro urbano, sin las debidas precauciones de aislamiento de cualquier otro local o vecindario, y con el resto de sus plantas a pleno rendimiento.

Utilizando incluso métodos y equipo desconocidos para nuestro personal sanitario, esperando un milagro en el que nadie cree y exponiendo a toda la población, no solo la sanitara, a un peligroso contagio.

Ahora a esperar con el alma en vilo los previsibles y terribles resultados de esa descabellada e irresponsable negligencia política y médica que ya tiene su primera víctima contagiada en España y algunas otras en rigurosa observación.      

JUGAR CON LA VIDA DE UNA NACIÓN

A los dos misioneros, muy loable su sacrificio, los trajeron para morir y poner a nuestras vidas en alarmante peligro sin causa o razones que lo justifiquen. Creo que sus familias, a las que expreso mi solidaridad y pésame, que ni siquiera pudieron verlos, hubiesen sufrido su pérdida allá con idéntica intensidad y dolor que la sufrieron aquí. Al segundo lo trajeron siendo conscientes de que no disponían ya ni del fármaco, ni proceso adecuados.

Es decir, buscar nuevas e inútiles complicaciones para los que se encargaron  de su atención y cuidados y al resto de la población. Le han ocasionado la ruina a esa pobre enfermera de Alcorcón, su familia, vecinos, clientes de supermercado, viajeros de tren o autobuses y al resto de su entorno. Y por extensión a todos cuantos vivimos en Madrid y hemos podido vernos con algún infectado.

Ser generosos y solidarios no significa que nos lancemos entonando cánticos de gloria a esta terrible epidemia, como se ofrecían a los leones los cristianos en el Coliseo romano. ¿Qué clase de autoridad sanitaria tenemos en este país que juega con la vida de toda una nación sin tomar las debidas precauciones y necesarias garantías ante un contagio tan letal?




1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo con el artículo; el problema no han sido los misioneros que cumplían con su vocación de curar a los demás. El problema ha sido el de aquellas personas que por dárselas de santas, han realizado uno de los actos más descabellados que podían hacer; realmente una imprudencia temeraria con consecuencias fatales.
    Es evidente que dicha decisión de repatriar a personas infectadas, no ha tenido como deseo el que se propagase la epidemia en nuestro país, pero de igual manera, también ha quedado evidente su ineptitud en la toma decisiones, en personas que por su rango han de tener mejor preparación, que la de pertenecer a una determinada familia adinerada.
    Si los misioneros aceptaron en ser repatriados fue sin duda, porque jamás pensaron que la sanidad en España, se había convertido en la más chapucera de nuestro entorno; estoy seguro que de haber sabido ellos, que con esta decisión, en este país, con estos dirigentes, el peligro se tornaba en realidad, jamás hubiesen aceptado el volver, porque toda su vida había sido consagrada a salvar vidas y no a quitarlas.
    En cuanto a nuestras autoridades… aquí tenemos por desgracia, otras de sus decisiones tomadas a la ligera. Ahora quiero Ley del Aborto, ahora no; ahora quito las pagas extraordinarias, ahora no; ahora digo que no entro a luchar contra el Estado Islámico, ahora si; y ahora cuando me equivoco al introducir un virus mortífero en España, digo que ha sido la Auxiliar de Enfermería quién se ha equivocado.
    ¿Cuesta tanto pedir perdón? ¿Cuesta tanto decir públicamente, nos hemos equivocado?
    El perdón en la religión que los miembros del Gobierno tanto alardea de practicar, es fundamental, pero claro, para que exista el perdón tiene que haber: “1º Examen de conciencia. 2º Dolor de los pecados. 3º Propósito de enmienda. 4º Decir los pecados al confesor. y 5º Cumplir la penitencia.”. Eso traducido al mundo político y laico es: 1º Examen por uno mismo de los errores cometidos. 2º Sentirse realmente arrepentido por el mal causado. 3ª Tener el propósito de meditar las acciones y sus consecuencias antes de realizarlas. 4ª Asumir en público los errores propios cometidos y 5º Atenerse a las consecuencias políticas que el electorado tome.
    Julio Anguita dijo en 1996, “tenemos lo que nos merecemos”.

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