Mi tarjeta Ramona

Félix Arbolí [colaboraciones].-       

Cada día, aparecen nuevos imputados y ladrones en las noticias. Es la manera habitual de dar los buenos días nuestros medios de comunicación en los tiempos actuales. Lo extraño será que pase una fecha sin que aparezca el moderno vampiro que ha estado chupando nuestra sangre económica desde su atalaya del poder. El Partido Popular, es el que se lleva la palma en este campeonato de indignidades.

Mucho han de cambiar sus dirigentes si quieren obtener algún voto en las comunidades y lugares por donde han arrasado como el caballo de Atila. Deben  lavarse bien, con lejía y detergente, mentes, caras y manos y retirarse a meditar el mucho daño que han hecho.

A ver si se dan cuenta de su tremendo error y dejan sus puestos a miembros que ocupan cargos en comunidades y municipios,  no contaminados,  para que con dignidad, decencia y criterio, devuelvan la fe y la esperanza a sus seguidores.

Hay muchos miembros que a pesar de su permanencia en el poder no han dado escándalo alguno, ni han sido objeto de investigación o sospecha. Cito como ejemplos en este momento, a la presidenta del Parlamento vasco y algún edil escondido entre nuestros municipios, para que no robe protagonismo y oportunidades a los privilegiados de siempre. Un caudal honesto que puede rescatar al partido de la debacle que padece.

No basta con expulsar del partido a los “tocados” cuando ya han sido descubiertos, sino examinar detenidamente el interior de la casa, para eliminar a los indeseables antes de que el escándalo llegue a la calle. No me extrañaría que estos nuevos de la operación  “Púnica”,  no sean los últimos de esta interminable procesión de delincuentes y corruptos.   

DETENIDOS “PÚNICOS”        

Al escándalo de las tarjetas “Paca” -como las llaman-, suceden los cincuenta y un detenidos “púnicos” en varias comunidades, entre ellas la de Madrid, donde ha caído el todopoderoso Granados y una serie de alcaldes, cargos de la diputación y de otros varios  organismos.

Un nuevo tsunami financiero donde  el PP tiene  la “honra” de ser mayoría, aunque se sumen a la comitiva algún alcalde del PSOE e independiente, pues a la hora de “trincar” todas las opciones son buenas y oportunas. Valencia, Madrid, León, Murcia y no sé cual más, son hasta ahora las comunidades que se señalan en esta nueva corrupción millonaria, pues su cifra se estima de momento en más de doscientos cincuenta millones de euros.

Sin omitir los procesos catalanes de alto rango y más elevadas responsabilidades pecuniarias. En las anteriores de las tarjetas iban incluidas hasta las aspirinas y los polvos, no precisamente de talco. En estas nuevas no sé qué conceptos se incluirán.

Yo me pregunto, ¿si el asunto ha sido entre otras causas por dar las obras a empresarios amigos y machacantes, cómo es que no figuran ninguno de ellos en la lista? ¿Quiénes entregaban esas sumas de la ignominia a los mangantes del poder?

¿Se ha aclarado por fin el destino de la Academia de Policía de la Comunidad de Madrid, cerrada por el actual presidente González sin causa justificada, a pesar de la enorme cantidad de millones invertidos en su construcción y dotación?  Se comentaba que iba a ser vendida a una universidad yanqui, por un precio inferior al que costó su salón de tiro y ejercicios físicos.

LA CORRUPCIÓN SE PROPAGA COMO EL ÉBOLA

Una perogrullada más del nuevo presidente de nuestra región, vendiendo a precio de saldo lo que causó admiración a los mandos de las policías de otros países que la visitaron. ¿Cómo puede disponer con esa arbitrariedad de una entidad que ha sido costeada por el pueblo y él es un mero administrador por un periodo de cuatro años? 

Ha dejado a nuestras fuerzas municipales y nacionales sin un  moderno y eficaz centro de formación y adiestramiento. ¿Rinde más este centro a la Comunidad teniéndolo cerrado? 

Queda aún por descubrir nuevos escándalos y no tardarán mucho tiempo, porque las corrupciones de políticos y financieros es una especie de “Ébola” que se contagia y expande nada más acercarse al sillón del poder y recibir a los del maletín y botafumeiros de turno. Y si encima le ofrecen un cargo con derecho a esa tarjeta, mejor aún.

Yo la única que conservo es la de una tal  Ramona, que por mucho que la introduzco en un cajero, no me sale nada, ya que aunque sea de plástico, anuncia un restaurante que ha tenido que cerrar por falta de clientes. Quizás si en lugar de llamarse Ramona se llamara Paca, mi suerte sería otra.

Las mías se perdieron en la noche de los tiempos, pues nunca he sido partidario del plástico, ni siquiera para resguardarme de la lluvia. Me produce claustrofobia y ahogo. Sensaciones que deben sentir ahora los desenmascarados usuarios de las opacas si es que la justicia obra en consecuencia.