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Amistades muy apreciadas y amores platónicos

 
Félix Arbolí [colaboraciones].-   
                     
Mis primeros años en Madrid fueron como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas, aunque  no fueron maravillas las que me encontré en esta desconocida y enorme ciudad al salir de la entonces vieja estación de Atocha. Como suele  ocurrir en estos casos, seguí a los viajeros, saltándome maletas y evitando codazos y me encontré ante un laberinto de  coches, autobuses y gentes que se movían alocadas como buscando  algo que no debían encontrar nunca. Todo un mundo distinto al que acababa de dejar. Al menos esa fue la impresión que recibí.

Todo resultaba insólito para mi mentalidad de provinciano. Gentes cruzándose sin mirar unos a otros, ni detenerse ante nada, como si tomaran parte en una contrarreloj donde nadie debería saber cuál era la meta. Hubo un breve momento que pensé dar la vuelta y regresar en el primer tren que saliera hacia mi tranquila y acogedora Andalucía, donde al menos nos saludábamos, sonreíamos y nos mirábamos a la cara en nuestros cruces. 

Lo que sí tenía claro es que en este nuevo lugar no existía esa espontánea amabilidad y camaradería que dominaba y aún se practica en mi tierra. Me encontré ante un aislamiento personal, donde ni los propios vecinos se conocen y a veces ni se saludan en la escalera.

Por eso siento envidia y añoranza cuando leo la solidaridad y el cariño con que os tratáis unos y otros y me enviáis saludos con una generosidad impagable. Debe ser maravilloso sentirse amado y protegido por tantos vecinos y amigos. Aquí ni conocemos al que vive junto a nuestra puerta.

CARPETAS DE RECUERDOS

Tengo miles de conocidos y sé que algunos me aprecian y distinguen con  su amistad,  He asistido a la dura desaparición de muchos de ellos, grandes y dignas  personas y algunas no tanto, que sé que me querían, no solo que me apreciaban y se fueron buscando la Luz al Más Allá del que nunca se regresa, digan lo que digan. 

Hoy he estado ojeando una carpeta con fotos de actores y actrices que formaron parte de mi vida en estos primeros y restantes tiempos desde que salí de mi Cádiz y de mi ambiente. Cada una tiene un significado especial y me viene a la memoria el recuerdo y los momentos  inolvidables vividos con esta persona que ya no está entre nosotros,  hoy remueven mis sentimientos y se mantienen vivos  en mi añoranza y gratitud.

Como  Enrique  Ávila, Venancio Muro, Manolo Zarzo, René Muñoz el “Fray Escoba” del cine español, Sancho Gracia, Pepe Rubio, Manolo Gil, Cassen, Paco Rabal, José Suarez, Pepe Isbert, Rafael Hernández, José María Rodero, Javier Escrivá y otros muchos más que en este momento no recuerdo aunque sé que más pronto o más tarde, regresarán a mi memoria pues formaron parte de mis primeros años profesionales en ese nuevo mundo que acababa de descubrir, aunque no viajara en carabelas como Colón, sino en un tren correo con duros asientos de madera, que hacía el trayecto desde Cádiz en veinticuatro horas mínimo y nos hacía parecer que acabábamos de salir de una mina de carbón.


De Venancio Muro, al que quise como si de un familiar se tratara, no volví a tener noticias hasta saber que había muerto muy joven, casado y con un hijo muy pequeño, según me contó un tío suyo al que conocía. Muchas veces he pensado en ese niño, que apenas pudo conocer a su padre y me gustaría llegar hasta él, hoy  ya todo un hombre, para decirle que su padre fue una persona excepcional en toda la amplitud significativa de este término y que los que tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo nos sentiremos siempre honrados y agradecidos por gozar de tan valiosa amistad.   

AMORES PLATÓNICOS       

Respecto a las actrices, mi abanico ha sido más amplio y mis entrevistas más frecuentes, ya que llama más la atención el rostro y la figura de una actriz famosa y agraciada, que la de un actor. Desde que vivía en San Fernando, tuve como ídolo a Elena Espejo, a la que había visto en su película “Apartado de Correos 1001” y de la que me enamoré platónicamente. 

Lo que nunca pude imaginar es que no muchos años después  me vería todos los fines de semana en su casa de Madrid, junto a  otros actores y actrices jugando al póker en partidas donde empezábamos el viernes y terminábamos el domingo. Nos hicimos grandes amigos hasta su muerte.

Otro de mis ídolos y amores platónicos fue Emma Penella. De joven y delgada era una preciosidad para mí. Mary Paz Pondal, actriz que no llegó a las alturas y no por falta de apariciones en películas. No se me olvidará el subidón que tuve cuando fuimos juntos a ver “¿Dónde vas Alfonso XII?”.

Hasta cuando fui a Oviedo  visité a sus padres para enseñarle lo que había publicado sobre ella en mis crónicas y me recibieron con una cordialidad extrema. Gissia Paradís, la rubia explosiva y elegante que decían nos llego de Paris. Llegamos a tener una buena amistad.

CHARLESTÓN

Por el valor que daban a la prensa en el mundo del cine, algunas eran capaces de bailar el charleston en un ladrillo y hasta el chotis, por tal de verse entrevistada y si además les dabas la portada, tus enteros se disparaban. Tengo  la satisfacción de poder afirmar públicamente que nunca he mezclado trabajo y placer.

Mis entrevistas con Ana Mariscal, la primera actriz española que se convirtió en directora y muy buena, fueron siempre muy amenas e interesantes, pues era una mujer muy inteligente y buena amiga. De las mentes más brillantes de nuestro cine.    

Echaba de menos a mis grandes amigos, el calor familiar, las caras conocidas que allí me  encontraba nada más pisar la calle. Pensé que era una auténtica locura mi decisión de venirme a Madrid, casi con lo puesto y sin conocer ni siquiera por dónde empezar.    

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