Batalla de Chiclana y unas efemérides no conocidas
Félix Arbolí [colaboraciones].-
Cada pueblo tiene su historia y Chiclana, ciudad que se remonta a la Prehistoria y se funde con la leyenda y el mito, no podía ser menos. Hay datos históricos relevantes y curiosos que permanecen en la ignorancia, no sé si de manera voluntaria o por el desconocimiento de sus habitantes.
Cuando estuve indagando para escribir mi primer libro, “Chiclana, entre el mito y la verdad”, hace cuarenta y cinco años, descubrí cosas curiosísimas y desconocidas para la mayoría, que hoy me han venido a la memoria ante la conmemoración de la famosa Batalla de Chiclana. Y junto a esta efeméride, que trato bajo un prisma que nada tiene que ver con las versiones oficiales, intercalo otras noticias curiosas que deseo compartir con mis lectores y amigos y sacarlas del “tintero” de mi mente.
Una que me llamó la atención entonces y me la sigue llamando ahora, aunque la sigan silenciando en sus biografías, se refiere a las estancias en Chiclana de la famosa novelista Cecilia Bohl de Faber, más conocida como Fernán Caballero. Se sabe que durante sus estancias en la tierra del Iro celebraba animadas tertulias literarias a la que acudían afamados artistas y escritores de la época.
No olvidemos que Cádiz y su provincia siempre han gozado justa fama en estos terrenos. Se sabe que escribió incluso algunas de sus novelas en el lujoso domicilio chiclanero, propiedad de sus padres.
LLEGADA DE LOS FRANCESES
Nada extraño si tenemos en cuenta la inspiración que debió producirle la blancura y belleza de sus edificios, el agreste panorama de sus pinares, romeros, eucaliptos, romeros y viñas de sus campos y la placidez y serenidad que proporciona la vista de ese mar que baña y abraza con delicadeza, temeroso de dañar tan bucólico entorno.
Nada dudoso que un legendario semidios Hércules, eligiera este privilegiado rincón como residencia y tuviera hasta un templo dedicado en el que ante una estatua en oro macizo de su titular, oraron Alejandro Magno y Julio César. Templo y estatua que sigo convencido se hallan bajo las aguas y el castillo de Sancti Petri, que ocupa actualmente la isla donde aquél se hallaba.
Posteriormente, dejando un poco la leyenda y regresando a la historia, tuvo lugar en sus afamados pinares el 5 de marzo de 181l, la celebrada y conocida Batalla de Chiclana, contra el invasor francés. Una proeza que permitió a la asediada capital gaditana aliviar el cerco al que las tropas napoleónicas la tenían sometida desde el mar y por tierra. Solo San Fernando y Cádiz eran la España libre de entonces.
Chiclana estuvo invadida y solo en paja para la caballería francesa, tenía que aportar setecientas arrobas diarias. Se controló el ganado para que no se lo llevaran a otros pueblos y a los que habían abandonado la ciudad se le confiscaron todos sus bienes.
DESTROZO DE LAS VIÑAS POR LOS FRANCESES
Los religiosos de San Telmo son expulsados, trasladando a su edificio el Ayuntamiento, y las monjas Agustinas son inspeccionadas frecuentemente para ver si ocultan joyas y objetos valiosos a familias de la ciudad.
Tal es el estropicio que la soldadesca francesa realiza en las viñas, que ese año no se puede realizar la cosecha. No había uva que recoger. El pueblo, indignado y desesperado, no tiene otra opción que dedicarse a la emboscada y el asalto a todo soldado francés que encuentre en su camino.
El temor a una epidemia ante tanta tropa operando a sus anchas, el mando francés establece que cada vecino debe barrer y limpiar el trozo de calle de delante de su casa dos veces al día. Costumbre que aún pervive en algunos lugares. La orden la dio el Duque de Dalmacia, uno de los generales galos.
Tras enormes penalidades, sujetos a los mandatos de los invasores y a las continuas andanadas artilleras, procedentes de las baterías gaditanas españolas, llega la noticia de que en la costa de Tarifa ha desembarcado un potentísimo ejército inglés, aliado de España. Se une con otra aún mejor, que el general español Lapeña ha reconquistado Vejer y Casas Viejas y tres días más tarde se sabe su paso por Conil en dirección a Sancti Petri para establecer contacto en esta zona con los británicos.
Los franceses se dirigen al campo para hacer frente a ese poderoso contingente enemigo y en la mañana del 5 de marzo de 1811, no queda en el pueblo chiclanero un solo soldado francés.
LA BATALLA
Es entonces cuando tiene lugar la famosa Batalla de Chiclana, que hoy celebra mi pueblo tan jubilosamente -si no hay el disconforme de turno que la tache de fascista y opresora-, y que da la victoria definitiva en nuestra provincia ante las temidas fuerzas del emperador francés.
Una obra conjunta de España e Inglaterra, su aliada en este caso, a través de nuestro general Lapeña y el británico Graham. Por Real Orden de 13 de febrero de 18l5, cuatro años después -las cosas de palacio van despacio-, Fernando VII, “El Deseado”, antes de conocerse su imbecilidad, crea la Cruz de distinción para todos los que concurrieron a esta célebre batalla, consistente en una estrella de cuatro puntas de esmalte rojo perfilada en oro, conteniendo en su centro otra estrella pero negra, sobre la que se cruzan dos ramas de laurel de esmalte verde.
En su parte superior campea una corona vallar de oro, en cuyo cerquillo se lee “Chiclana” y en el reverso “5 de marzo de 181l”. La cinta que la sostiene es de color verde con listas amarillas cerca de los bordes. A Lapeña se le concedió la Gran Cruz de Carlos III y al general Graham el título de Duque del Cerro de la Cabeza del Puerco”, lugar donde se libró la batalla decisiva.
No obstante, cuando se le tradujo el significado de su título rehusó cortésmente al mismo. Han pasado doscientos cinco años de esta efeméride.
Yo solo he querido traer a mis páginas la parte anecdótica, la oficial, la militar ya forma parte de nuestra Historia.
Un apunte Sr. Félix, un error que muchos cometemos es pensar que España es la peninsula Iberica. Cuando la compartimos con Portugal y Andorra. España en aquel año tenía la capital en Cádiz y abarcaba partes de Africa (incluida las Canarias), casi toda America, Filipinas y algunas islas de Oceanía. Espero que mi comentario no le moleste, pero hay que ir corrigiendo que el sur de España es Tarifa.
ResponderEliminarGraCIAS POR EL APUNTE, QUE TODOS SABEMOS,a l¡almenosm deberíamos aber. Que España n es la Pnuinsuloa Ibérica, ¡, aun que forma de ella y que mas al sur de Tarifa están las Canarias españolas y en aquella época hasta Guinea.Lo cual no resta méritos, ni desvirtua a las efemérides que yo narro en el texto phues no hab lo de Peninsula IUbérica, limitación con Tarifa yu demás. DFe todas formas, g4racias por su atento0 apnto y un soordial saloudo.
ResponderEliminar"Solo San Fernando y Cádiz eran la España libre de entonces."
ResponderEliminarMe refiero a la España peninsuloar, ad9onde se hallaba el gobiwerno sd¡de la nacion española. donde se hallaban las C ortes de la Nación, el gobiern o y demás. N o hay que swer tan rigurosos, tio¡odos sabemos o deberíamos saber que teníamos algunas proiv8in cia de Ultrama4r, las Islas Balea4res y Canarias, ny hasta la Guinea Ecuatorialo. No es un error decir
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