Chiclana, cuna de oficios-Fontanería: Antonio Edo y Manolo Piñero (EPI): Tanto monta, monta tanto

Pepe Vela [colaboraciones].-

Hoy le toca a un oficio que nos ha dado gran calidad de vida, la fontanería. Desde la época romana ha sido una obsesión la canalización del agua. El artículo de este mes se lo quiero dedicar a dos personas, Antonio Edo y Manolo Piñero, a las que tengo gran aprecio y me traen buenos recuerdos de la infancia, pues ellos empezaron justo al lado de donde yo vivía. Tenía entonces 9 años.

Son dos pero no falta Blas. Son dos en uno por eso se quedaron en EPI, por eso desde el año 1967 siempre se les ve juntos, en el trabajo, en la oficina, comprando materiales o en el banco, siempre están juntos y ya son 47 años.

Manolo vivía en la calle Palomar, calle de mayetos, clase media agrícola venida a menos y no quería seguir sufriendo los sinsabores del campo y por eso, en el año 1964, hizo un curso del PPO y sacó el carné de aprendiz. Entonces eran más exigentes para ser un profesional y le dijo a su padre que dejaría el campo.

-¡Pero hijo, cómo me vas a dejar solo!, le espetó su padre.

Finalmente no le quedó más remedio que claudicar:

- Bueno, al final esto no vale nada, porque lo que ganas es para comprar otra viña y trabajar más.

Tras el consentimiento de su padre, Manolo dio un nuevo rumbo a su vida.

CREACIÓN DE LA EMPRESA

Antonio empezó muy joven de fontanero. Estuvo primero de aprendiz  más de cuatro años con Antonio Martínez -que con el paso del tiempo sería alcalde de Chiclana-, hasta que se fue a Cádiz a trabajar en las Mil viviendas y estuvo asalariado con Luis Gurría Romero, de San Fernando, haciéndose un buen oficial.

Cuando Manolo vuelve de la mili se casa. Era 1967. Y ese mismo año empieza su alianza con Antonio. Ellos se conocen porque sus mujeres (Josefa Carmona y Dolores Manzorro) son amigas desde niñas y han sido parte muy importante en esta sociedad desde el inicio. Deciden montar la empresa Fontanería y Saneamiento EPI. Antonio de empresario y Manolo de trabajador.

Se instalan en la calle Palomar, 7, casa de los padres de Manolo: “Tenía más de cuarenta metros de largo y dos y medio de ancho y muchas veces teníamos que trabajar en la calle”. Manolo contaba  26 años y Antonio 19.

Tenían una Lambretta y con ella iban hasta Jerez a comprar materiales de fontanería: “Hacíamos números de la gasolina y el tiempo empleado y era más rentable ir hasta allí”. Entonces se trabajaba con plomo, desagües o conducción de agua, hasta que llegó el hierro: “Ha sido el material más difícil para trabajar”.

SETENTA Y CINCO PESETAS POR EL PRIMER TRABAJO

Su primer trabajo se lo hicieron a Paco Benítez, que tenía un taller de motos en la calle Palomar, y consistió en poner un lavabo en un pedestal de hierro con un desagüe de plomo que vertía sobre un cubo y luego había que vaciarlo. Le cobraron 75 pesetas.

Después llegaría la colocación del primer baño con agua caliente a Miguel Romero en la calle Santa Inés, en la barriada de Santa Ana,  donde montaron el primer termo de gas. Cuando Manolo y Antonio empezaron en este oficio habría en Chiclana unos diez cuartos de baño, todos en casas de familias pudientes como los Vélez,  Collantes, Marín, etc.


A mediados de los años 70 deciden crear la sociedad por la que ya eran conocidos, Fontanería y Saneamiento EPI, trasladándose a la calle Bailén, donde instalaron su taller y también viven ambos. A  partir de entonces ya no pararon. Hicieron en la Urbanización  Doña Violeta más de la mitad de los 356 chalés construidos y todos los apartamentos, y siendo llamados por los mejores contratistas como Higinio Cieza, Manolo Pérez o Millán, realizando muchos e importantes trabajos.

De éstos podemos destacar una torreta de más de 9 metros de altura con tres depósitos en Conil  para Luis Comes, que la necesitaba para el suministro de su chalé, o la instalación de una bomba de más de 800 kilos a una profundidad de 100 metros, para que saliera el agua limpia para la refrigeración de una cámara de congelado en el muelle de Cádiz.

JUBILACIÓN

En los últimos años llevaron a cabo un acuario gigante en San Fernando, pero son muchísimos los trabajos de los que se sienten orgullosos, compartidos con sus más de diez trabajadores. Han pasado por todas las épocas de materiales a emplear, comenzando con la del plomo, siguiendo con la del hierro, el cobre y la más reciente, el polietileno. Con éste les ha llegado su jubilación.

Hoy Miguel, el hijo de Antonio, sigue sus pasos y tiene una empresa de fontanería en la calle Empedrador y Mª Eugenia, la hija de Manolo, continúa con la tienda que ellos montaron en la calle Bailén. Manolo y Antonio siguen juntos, comparten aficiones como el fútbol, aunque uno es del Real Madrid y el otro del Barcelona, sin que les haya creado algún problema en estas décadas.  Tienen sin embargo una afición en común: las corridas de toros.


CONFIANZA PLENA ENTRE AMBOS

Manolo y Antonio no han hecho los votos, pero son más que un matrimonio. En su vocabulario no existe el no ni el sí, pero sí el “de acuerdo”, “vale”, hoy uno y mañana el otro, pues siempre pensaban que lo que el otro hacía era por el bien de los dos.

Ésa es la clave de su éxito, así llevan 47 años, casi medio siglo que se dice pronto, porque han demostrado que cuando no hay egoísmos ni desconfianzas, se puede hacer y conseguir todo lo que nos propongamos. Nuestra tierra necesita de muchas colaboraciones como ésta, hasta que la muerte los separe, porque son como Isabel y Fernando: Tanto monta, monta tanto.