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Por algo a la Justicia le vendan los ojos

Félix Arbolí [colaboraciones].-

En un artĂ­culo anterior, hablaba de la condena a una pobre mujer por haber hurtado en un supermercado un pack de embutidos  para llevar algo de comer a sus hijos.

Hoy me entero, para vergĂĽenza de los que han intervenido, que hace ocho años detuvieron a un joven de dieciochos por gastar setenta y nueve euros con una tarjeta que no era suya y que  al cabo de tanto tiempo le comunican que tiene que cumplir cinco años de condena en una prisiĂłn. 

Desde entonces  su conducta ha sido intachable. ¡Cinco años de cárcel por setenta y nueve euros!  El ejecutor de esta condena merece que su nombre figure en un monumento  homenaje a la integridad y diligencia de nuestra justicia.

Me pregunto, ¿cuántos años deben cumplir, Rato, los Pujol, Urdangarin, Bárcenas, Granados, los de los ERES  y tantos otros de alto rango y nula moral? ¿CĂłmo puede estar en libertad,  tras algo más de un año de cárcel, de los dos que la condenaron, la que se llevĂł tantos millones del pueblo y no ha devuelto ninguno, teniendo fincas de su propiedad?

¿Es que hay que robar millones para que la justicia se ponga su venda y mire para otro lado? Al parecer, solo se la quita cuando tiene ante ella a una infeliz madre que hurta por alimentar a sus hijos hambrientos, por una  crisis que ella no ha provocado, pero es la que más la sufre, o un chaval de 18 años que tiene un mal momento y hace uso de unos que no son suyos.

DINERO DEL PUEBLO PARA SUS CAPRICHOS

Yo, dueño del local, viendo las razones que han impulsado a esa madre a cometer tal acción, le lleno el carro de la compra y se lo regalo para que durante una semana esa infeliz familia recuerde lo que es comer. Jamás denunciaría un acto que debe causar más vergüenza al denunciante que al denunciado.
 Hay quienes han acumulado millones que eran del pueblo y han causado el hambre, los desahucios y los recortes y andan sin problemas, viviendo en sus lujosos pisos y fincas y sin el menor recelo a ser penalizados por los millones que han robado.  ¿Y estos señores tan estrictos al juzgar delitos menores y acuciantes, son los que miran para otro lado y se ponen la venda para juzgar a los grandes chorizos y no de Cantimpalo?

Lo más curioso es que ni pisan la cárcel o lo hacen casi de visita por su corta duraciĂłn,  pero no devuelven esos escondidos millones “desaparecidos”, que luego intentan justificar con herencias familiares inesperadas. Con todos mis respetos a la Justicia, a mĂ­ estos casos  me parecen, no solo de una parcialidad y arbitrariedad tremendas e injusto proceder, sino un insulto a toda la ciudadanĂ­a y a los que llevan su judicatura con la debida dignidad. 

Es intolerable, no me canso de señalarlo, que haya personas importantes o muy famosas,  con graves delitos en su haber, que sigan disfrutando una libertad injustificada, tras un juicio más teatrero que real  y con los millones robados a los ciudadanos en ignorados paraderos. Incluso desplazándose en flamantes y caros coches y hasta escoltas pagadas por el esquilmado ciudadano.

LADRONES CAMPANDO A SUS ANCHAS

Son los que han robado de una manera tan descarada los recursos más esenciales del pueblo, para vivir ellos en la opulencia y dirigir sus miradas de altivez a cuantos perjudicados se les acercan para recriminarles su acciĂłn. Veo justificado que si por setenta y nueve euros se condena a un chaval a cinco años de cárcel, por los millones que estos cretinos se han llevado, se merezcan  la cadena perpetua y la devoluciĂłn hasta el Ăşltimo cĂ©ntimo de lo robado al pueblo.

Dejar a millones de personas pasando hambre, sufriendo sin las debidas atenciones las enfermedades más graves y dolorosas y teniendo que abandonar sus viviendas e irse a vivir bajo un puente o cualquier abandonado cobertizo, porque no han podido pagar sus hipotecas o alquileres, lo considero casi como un  genocidio. Y me extraña que un juez, se preste a tolerar que este individuo siga tan pancho y desenfadado su vida de crápula.

Ni en un campo de fĂştbol serĂ­a posible dar cabida a tantos miles de estafadores, timadores y ladrones de ilustres linajes y titulares de altos cargos, que pasan ante la justicia con una legiĂłn de expertos y carĂ­simos abogados y unos jueces que parecen estar bajo los efectos de una extraña pĂ­ldora, que los adormece y obnubila.  




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