¿La vuelta al cole?
Francisco
M. Navas [colaboraciones].-
Parece
mentira que desde marzo, cuando se decidió desde el gobierno de España cerrar
los centros de enseñanza, ninguno de los múltiples asesores y asesoras, que
comen de lo público, se haya puesto a diseñar, en serio, una estrategia para
permitir una reapertura de los centros educativos en septiembre sin que éstos
acaben convirtiéndose en focos activos de transmisión del coronavirus.
Desgraciadamente,
si juntamos cinco españoles en una habitación para discutir sobre cualquier
materia, tendremos de seguro cinco opiniones diferentes. Hoy, en la mesa de al
lado del bar donde desayunaba, tres individuos se dedicaban, cómo no, a
arreglar el presente y el futuro de Chiclana.
Nunca
hemos sido propensos a asimilar los éxitos y las experiencias de los demás, ni
hemos sabido a menudo apreciar los méritos y la sabiduría ajenos, porque nos da
la impresión de que ello va en menosprecio de nuestra propia autoestima.
Nadie
parece haberse dado cuenta de que nuestra realidad social ha cambiado
radicalmente y de que, por desgracia, nos veremos obligados a cambiar
sustancialmente nuestros hábitos de vida. Los mayores, los jubilados, los
abuelos, ya no pueden desempeñar ese papel de colchón gratuito que representaba
el cuidado de los nietos, porque han pasado a ser población de alto riesgo de
contagio.
MAMARRACHOS,
ESTUPOR Y MIEDO
Los
jóvenes, altaneros, siempre en posesión de la verdad, muchas veces incrédulos,
insolidarios, incívicos, no se ven a sí mismos intubados en una UCI por
insuficiencia respiratoria, porque se creen inmortales y alardean de salud,
despertando con su conducta una verdadera alarma social entre sus mayores.
Y las
autoridades, a las que parece que les han hurtado la capacidad de implantar el
orden cuando se comete una falta o un despropósito, y que permanecen impávidas
ante tanto mamarracho que se salta las mínimas normas de salubridad y
convivencia, no se atreven a actuar contundentemente con las multas y sanciones
que la ley permite, porque parecen más preocupadas en el recuento de futuros
votos locales, autonómicos o estatales, que en contabilizar el ascenso diario e
imparable de contagios y de víctimas mortales del coronavirus.
Resulta
absolutamente comprensible que las personas de bien, que representan a su vez
la gran mayoría de la población, contemplen las noticias con estupor y sientan
miedo ante la evidencia de que, ya no depende de ellos contagiarse o no: tan
sólo tienen que toparse con uno de estos descerebrados que no creen en nada ni
nada respetan, para que una posible infección fortuita les acabe costando un
serio disgusto.
Pero vamos
a lo que vamos. Cuando en 1978 los padres de la patria, en aras de dotar a
nuestros conciudadanos del mayor índice de libertad posible, diseñaron un
estado de las autonomías que todo lo parcela en diecisiete más dos ciudades
autónomas, difuminando hasta lo imposible las competencias del Estado, nunca
pudieron imaginar que esta división administrativa, pensada para mejorar la
atención a la ciudadanía, se acabaría convirtiendo, por mor de un pandemia, en
una auténtica casa de locos.
NI IDEA DE
CÓMO GESTIONAR LA SITUACIÓN
Aquí cada
cual tiene recetas diferentes para todo. Y nadie acaba de asumir sus propias
responsabilidades. Se criticó en su día la centralización por parte del
Ministerio de Sanidad de todas las actuaciones con respecto al coronavirus, y
aunque dicha centralización produjo resultados espectaculares en cuanto a la
disminución de la transmisión de la pandemia, no faltaron los que, por criticar
algo, protestaban a voz en grito porque se nos estaba coartando nada más y nada
menos que nuestra libertad. Ahí queda eso.
La devolución de la mencionada libertad a las
Comunidades Autónomas para gestionar la pandemia, ha venido a demostrar lo que
muchos sabíamos: que la mayor parte de sus gobernantes hace tiempo que se
convirtieron en los nuevos caciques de sus propios territorios y que, a la hora
de gestionar, son una pandilla de inútiles aficionados.
Y ahora
vamos al meollo de la cuestión: El curso escolar debería empezar en la segunda
semana de septiembre. Pues bien, a la fecha en que estamos, nadie tiene ni
puñetera idea de cómo gestionar este inicio de curso. Los presidentes y
presidentas autonómicos se miran unos a otros, avanzan alguna que otra idea,
pero están más perdidos que el barco del arroz.
Y se
olvidan, como comentaba al principio de mi artículo, de que ya los abuelos no
pueden cubrir la ausencia de sus nietos al cole, y de que los padres tienen que
ir a trabajar y de que, hoy por hoy, nadie puede llevarse a sus hijos al
trabajo.
DUPLICAR
EFECTIVOS
Ahora
toman conciencia de que durante años han estado masificando los centros
educativos, y de que esa misma masificación constituye hoy en día el problema
esencial. Los milagros, en Lourdes.
Y aunque
muchos se lleven las manos a la cabeza, yo, que no soy asesor ni me interesa,
que no cobro de ningún político sin escrúpulos por asesorar sobre asuntos de
los que la mayoría de las veces no tengo ni la menor idea; yo, que cuento tan
sólo con el bagaje que da la experiencia de cuarenta y un años de docencia,
pasando por todos los niveles educativos, me voy a permitir enumerar los
principales problemas con los que contará de seguro el próximo comienzo de
curso.
Y que sean
esos sesudos asesores, muchos de los cuales cobran más que un ministro, los que
se partan la cabeza, por no decir otra cosa, buscando soluciones y redactando
informes que, al final, se resumirán todos en un solo axioma: inversión.
Exacto.
Porque si queremos dividir el alumnado en grupos de 20, a fin de conservar en
las aulas las distancias de seguridad, etc., etc., etc., teniendo en cuenta las
ratios actuales, se necesita aumentar las plantillas en al menos un treinta por
ciento. Y no hablemos de los servicios de limpieza, porque la desinfección
diaria de todos los centros escolares requerirá, cuando menos, duplicar sus
efectivos, más un retén de guardia permanente por si ocurre un estropicio en
lavabos, pasillos, aulas y zonas comunes.
MEDIDAS A
TOMAR
Además,
habrá que desinfectar continuamente el material de uso común, como el de la
sala de música, o de los laboratorios, o las herramientas y utillaje de
tecnología, o el material deportivo, o los ordenadores de aula. Y todo centro
exigirá de un riguroso sistema de control a la entrada, con uso individual de
gel hidroalcohólico y, por supuesto, mascarilla obligatoria para todo el mundo.
No trato
especialmente del aumento de plantilla en el personal de administración y
servicios, porque, en principio, ellos restringen su trabajo a dependencias
concretas. Eso sí, sería conveniente que se dotase de un vigilante a cada
centro educativo para controlar la correcta higiene del alumnado a la entrada
al centro.
De los
comedores escolares, ni les cuento, porque deberán duplicarse las medidas de
higiene y priorizar, aunque nos pese, todo tipo de material desechable, pues
nadie nos garantiza una correcta desinfección de los utensilios una vez usados.
Y rematamos con el transporte escolar, que tendrá que ser duplicado con objeto
de restringir el aforo de los autobuses, a fin de preservar la distancia de
seguridad y evitar contagios colectivos.
No debemos
dejar de lado tampoco cómo se articulan las necesarias pruebas de evaluación,
sobre todo si se acaba adoptando un sistema de enseñanza semipresencial, como
apuntan algunos, porque volverán a verse perjudicados aquellos con menores
recursos económicos, que ni tienen acceso a una red wifi, ni tienen recursos
económicos para comprase un ordenador.
SEPTIEMBRE
NEGRO Y UN OTOÑO MÁS NEGRO AÚN
Como
verán, políticos y asesores tienen materia de sobra para entretenerse, para
cavilar y, sobre todo, para diseñar estrategias que solucionen todos y cada uno
de los problemas que acabo de enunciar, pero mucho me temo que llegará el mes
de septiembre y todavía estarán discutiendo sobre la idoneidad de tal o cual
medida, o se lamentarán de que no tienen ni un duro, excusa fácil para
disimular que no saben ni donde tienen la cara.
Y creo,
además, que si las familias no se cierran en banda, organizándose y
agrupándose, y no se tiran a la calle ante las respectivas Delegaciones
Provinciales de Educación y Ayuntamientos, reclamando, de una vez por todas,
una enseñanza pública, digna y de calidad, nuestros políticos escurrirán el
bulto y nos abocarán a una catástrofe de consecuencias inimaginables.
Y si el
gobierno central sigue repartiendo millones a mansalva sin que las Comunidades
Autónomas se vean obligadas a gastarlo en partidas concretas perfectamente
definidas y justificables, esto es, en educación, en sanidad y en protección
social, nos espera un septiembre negro, y un otoño más negro aún. Ya lo verán.
Gracias Paco. No se si has escrito para ayudar, calentar, asesorar (por la cantidad de datos que ofreces), por nostalgia, o no se qué. La verdad es que unos por el otro y el colegio sin barrer. No se lo que ha invertido el ayuntamiento en anticovid19 escolar. Lo que si no cabe duda es que en las crisis siempre sufren los más débiles en este caso los alumnos. La sanidad y la educación siempre han sido vistas por los políticos como un gasto que no da votos. Ya va siendo hora de que la sociedad despierte y apechugue con lo que hay. Se necesita educación sin esperar la vacuna para que no se pierda el voto inteligente y pueda expulsar a estos políticos pijos(capitalistas)que se van a vivir a la sierra o se van de vacaciones para descansar de haber dejado las competencias del bicho a las comunidades autónoma (flojera, cobardía e ineptitud). Los gobernantes docentes sin vocación solo quieren picos y jamón. ya se que no es tu caso y te preocupa la situación. Pero es lo que hay.
ResponderEliminar