La “Nueva Subnormalidad”
JUAN J. RODRÍGUEZ BALLESTEROS [colaboraciones].-
Me pregunto cuántos besos, cuántos abrazos, cuántos cariños y amores se ha llevado por delante la Nueva Subnormalidad en la que estamos inmersos, tras la llegada del coronavirus-19. Lo primero es el duelo mayor de las pérdidas, la de los seres queridos, tengan la edad que tengan. Los mayores son y serán siempre los portadores y procreadores de nuestra humanidad.
Un padre, una madre, una abuela o abuelo son un símbolo irremplazable. La pérdida de una persona joven o adulta, “que no le tocaba” irse, algo irreparable e inasimilable por muchos años.
No quisimos ver venir lo que se sabía y no estábamos preparados. Los políticos, recordemos que los votamos nosotros, lo mismo. Ahora nos cuesta aceptar que se trata de una carrera de fondo que tardará unos pocos de años más. Veremos niveles de paro, conflictos sociales, políticos y puede que hasta bélicos, como no se veían desde hace 100 o 200 años.
Desde los albores de la Edad Contemporánea (1789), cada centuria así comienza: hambre, paro, guerras y epidemias. Quizás por el carácter cíclico de la economía capitalista y, en parte, por la pérdida de la memoria histórica viviente, pues son pocos los que sobrepasamos los cien años y recuerdan lo que ocurrió.
TODOS SOMOS RESPONSABLES
Además, cada una de estas etapas irracionalistas y nacionalistas, como ésta y las anteriores, tienen sus propias peculiaridades y, desde luego, son cada vez más complejas. Somos miles de millones y el planeta arde y se plastifica.
En esta crisis, dado el nivel de desarrollo alcanzado, muchos han descubierto que nuestros mayores estaban estabulados en no pocas residencias. Que los niños pasan horas y horas en edificios que no reúnen las condiciones de salud (calidad del aire, humedad, diseño de los edificios…). O sea que también ellos han estado y siguen estando estabulados, a pesar del enorme esfuerzo que realizan los enseñantes y educadores de la fase más bonita e importante de la vida.
Con un poco de humor negro, repito una afirmación que leí en una revista. Hablaba de extraterrestres y decía que, de ésta ya tenía claro que si llegasen alguna vez: Ni las autoridades sabrían protegernos, ni la humanidad aparcaría sus diferencias para unirse en una resistencia común. Por desgracia somos animales sociales clánicos (de tribu, de familia extensa…) y estamos biológica y culturalmente enseñados para defender a nuestro clan.
El bien común, la empatía universal, se nos escapa, como la libertad, la igualdad y la fraternidad y si queremos no perderlas, tenemos que trabajarlas en el día a día. No busquen culpables en los botellones o en las comuniones. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables de lo que sucede.
POLÍTICA ENCONADA
Nuestra destreza educativa se ha mostrado ineficaz con los jóvenes y no pocos adultos. Los niños parece que aguantan más, pero más tarde se dejarán sentir sus efectos en ellos, que no van a ser sólo los educativos y los derivados de la brecha digital.
Hace poco leí a un historiador que sostenía: Antes nos unía la religión y desde 1789, la nación. Pero las identidades que nos hemos ido forjando van más allá y son más variadas y también multitudinarias; díganselo a un forofo del Fondo Sur o a un hermano de una cofradía. También, en los inicios de estos ciclos de cien años, se encona la política y, usando un término deportivo, cada vez la gente está más hooliganizada. Más gresca.
Recuerdo que Unamuno, que caminaba kilómetros diarios, se quejaba de “esta nueva juventud deportivizada” que luego fue presta carne de cañón para la Guerra Civil. Según él, eso de uniformar y formar equipos de tribus contrarias, no era bueno; y peor politizar a “los hunos y los hotros”.
SANIDAD ESPAÑOLA, EL MITO QUE SE VINO ABAJO
No vi en mi vida más banderas rojigualdas en la calle que cuando se ganó el mundial de futbol; luego llegaron las esteladas. Hoy, visto lo visto, las cogería todas y las metería en lejía, cual trapos cada vez más sedientos de mártires y vengadores.
Dejo para lo último uno de los mitos que se nos ha venido abajo. Hablo de nuestra Sanidad Pública que parecía una de las mejores del mundo. Pero claro, con tan alegres desvíos hacia la medicina privada, con tantos recortes en los Centros de Salud y Hospitales y con tanto personal sanitario que no se ha repuesto desde la crisis de 2008 -lo mismo sucede con otros ramos de la administración- no sé hasta cuándo van a aguantar con lo que les está cayendo encima desde que empezó la epidemia. De veras, menos aplausos y más médicas y enfermeros. Más rastreadores.
No olvidaremos nunca que hemos vivido del turismo, del verano. De las vacunas experimentales, de momento, prefiero no hablar. Repartan mascarillas gratis en lugares estratégicos y a determinados grupos humanos, especialmente a los sufren de necesidad.
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