¡Árbitro, la hora!
Supongo que usted, amable lector, hará algo parecido en los días finales de cada año. Supongo que -como yo- intercambiará mensajes con sus conocidos, amigos y familiares deseando un buen nuevo año. Bueno, yo paso un poco de los meros conocidos (¿y de la familia?... pues bien, gracias). El pasado diciembre tras ese año horroroso de la explosión mundial del Covid-19; de la penosa muerte en soledad de muchas personas mayores; y del confinamiento sin vacunas, escribí me parece imposible que 2021 vaya a ser peor.
Obviamente, pasaría más hambre que el tamagochi de un sordo si quisiera encaminar mi vida laboral al gremio de los pitonisos. Vamos, que me cubrí de gloria cuando escribí eso. En mi descargo diré que debería haber tenido una imaginación juliovernesca para pensar en algo peor que 2020 en el diciembre pasado.
DE PELÍCULA
Pero nadie tuvo más razón que el francés autor -junto a otro racimo de prodigiosas obras- de La vuelta al mundo en 80 días cuando afirmó aquello de que la realidad supera a la ficción. ¿Quién puñetas habría pronosticado el tipo de añito que estamos transitando?
El guión cinematográfico de 2021, el año más indeseable debería haber contenido la vida en mitad de una pandemia global donde había una vacuna que funciona... pero a la que tiene acceso solo una cuarta parte de la Humanidad.
Y un asalto al templo de la política norteamericana por el enemigo más insospechado..., la parte del pueblo estadounidense que se considera a sí misma como la más patriota.
También la nevada más brutal de los dos últimos siglos, capaz de paralizar medio país por espacio de una larga semana. Y varias danas y gotas frías, causantes de inundaciones con víctimas mortales en numerosos puntos de Europa Central y del norte, sur, este y oeste de España.
Rizando el rizo, el guión incluye una invasión marroquí a territorio español. Nadie mejor para evidenciar una falta absoluta de salud mental -y de alma- que el sátrapa del Palacio Real de Rabat para emplear como soldados sin arma a unos cientos de sus propios escolares y adolescentes de los pueblos fronterizos.
O la penosa muerte de la vida en el interior del Mar Menor murciano este verano. Un paraje que hace años era idílico, y que el egoísmo de los humanos -primero, con un urbanismo depredador y, luego, con una agricultura propia de los hunos (con constantes vertidos tóxicos en los últimos años)- han asolado criminalmente. Lo que se dice un ecoicidio en toda regla.
DESASTRES NATURALES Y NO NATURALES
Tampoco otro desastre (que nunca falta a su cita anual de las más dañinas de nuestro tiempo), y que se supera cada vez a sí misma sin dejar adivinar donde estará su final. Me refiero a la supina estupidez de la clase dirigente política en casi todo el orbe mundial. En España somos alumnos aventajadísimos en eso: los días impares nos avergüenza y castiga el Gobierno... y los pares lo hacen las distintas oposiciones formadas por la hidra de tres cabezas de la derecha. Y todos los días, los iluminados nacionalistas.
Prueba de ese daño político está el sangrante y reciente episodio de Afganistán, retirándose cobardemente y a la carrera de la única guerra justa en nombre de La Libertad -especialmente, de la de la mujer-. Ya las hemos olvidado, ya no salen en los noticiarios. Mucho me temo que esa catástrofe no va a ser solo patrimonio de este 2021. Seguirá.
Como catástrofe económica -y bien gorda- también es una para los hogares y empresas de nuestro país. Arruina a todo bicho raro que osa poner el ventilador en verano... y la estufa en invierno. Nuestros políticos sin luces han consentido el timo del siglo: el tarifazo de la luz. Otra plaga bíblica que nos ha caído en 2021 es esta rapiña de los chicos del cable. Más conocida como el atraco de los Alí Iberdrola y Babá Endesa (y demás ralea voltaica). Y es que falta mucha luz en los cerebros de los votados en los últimos 35 años.
Reduzco la lista de desastres -que hay bastantes más- porque de no ser así, me riñe el Señor Director por la larga extensión de mi puñadito de letras. Y no le falta razón... no siempre, pero sí en la mayoría de ocasiones.
LA PUNTILLA
Pero, con todo lo enumerado, lo que era imposible de esperar fue lo que empezó no hace ni un mes. Creo que no me equivoco al afirmar que ni nuestros mayores habían visto en España como un enfurecido volcán iba adueñándose del terreno, de las viviendas y de las ilusiones y recuerdos de tantos compatriotas. Mi mejor deseo para los de la isla de La Palma.
El Cumbre Vieja nos ha dado imágenes que no vamos a olvidar de por vida. Si en nuestra memoria 2020 fue el año de la pandemia, 2021 será el año del volcán. Nada podemos hacer para pararlo, pero si se puede hacer para amortiguar -y hay mucha tarea pendiente ahí- la situación vital de quien lo ha perdido todo. Pero todo, es todo.
Salir de
casa con lo puesto y quedarse sólo con eso, sin nada más, es algo que no soy
capaz de imaginarme. Terrorífico. No olvidemos a los palmeros y palmeras al
cuarto de hora de que se pare el volcán. No hagamos como con las afganas. No.
Viendo todo lo anterior entenderán que no me voy a atrever a decir en diciembre que 2022 tiene que ser, necesariamente, menos malo que este 2021. No correré otra vez ese riesgo. Aunque lo de este 2021 haya colmado cualquier imaginación ultradestructiva (creo que ni la de Julio Verne llegaba a tanto).
Y a pesar de que llevamos poco más de tres cuartos de año, ya quiero que termine.
Está siendo insoportable: “!Árbitro, la hora!”. Pero ya.
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