El payaso de No-vacs Yo-covid
-Como supongo sabrá, para entrar al país hace falta acreditar el estar vacunado con pauta completa. Su documentación dice que usted no lo está -y el oficial de inmigración le lanzó la pregunta- ¿Qué alega al respecto?
-¿Yo? Covid. Tuve Covid el mes pasado.
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Novak Yo-covid y, especialmente Craig Tiley, el descerebrado organizador del Open de Australia-, que le dio una delirante exención de estar vacunado para obtener el visado de viaje- conocían perfectamente las reglas del Gobierno australiano.
SERBIO SOBERBIO
No-vacs Djokovic no cumplía requisitos para la exención, y lo sabía. Mintió y/u ocultó información en su formulario de entrada en el aeropuerto de Melbourne. Dijo que no había viajado 14 días antes de aterrizar allí, y estuvo -con sus correspondientes escalas entremedio- entre Belgrado y Marbella esa quincena.
Dijo que a mediados diciembre tuvo Covid pero en esas fechas dio entrevistas y acudió a actos sociales, y hay sobradas imágenes probatorias de todo eso. Además, lo hizo sin mascarilla. Como mínimo, o es un mentiroso (y no tuvo Covid) o es un mierda irresponsable que ha puesto en peligro a otras personas (a sabiendas de estar infectado).
En cualquier país serio (Australia lo es), los inmigrantes ilegales son deportados. Siempre. Sean una docena de pobrecitos que se la juegan en una patera... o un iluminado papanatas nacionalista con dos decenas de Grand Slams bajo el brazo. Es la Ley. Su imperio es lo que siempre reclama la bancada conservadora.
Esa misma que nutre las filas de los antivacunas y negacionistas, con negativas -la mayor, la de Abascal- a decir si se vacunaron o no. Muchos de sus terminales mediáticos han puesto el grito en el cielo con lo ocurrido en Melbourne, apelando a una supuesta libertad individual cercenada del soberbio serbio.
El correcto empleo de La Libertad no puede ser patrimonio de un individuo, sino de la mayoría. Es el derecho a defender la salud general frente al repugnante derecho a contagiar de cualquier privilegiado soplagaitas serbio soberbio, que se crea mejor que nadie, por el mero hecho de ser uno de los tres mejores tenistas en activo.
No quiero ni pensar si en España tuviéramos el caso australiano y al trilero Sánchez se le ocurriera indultar la entrada al soberbio inmigrante ilegal serbio y no aplicarle las normas de nuestro país. Conozco a muchos a la derecha de Arrimadas que pedirían efusivamente asaltar el Palacio de Invierno (léase Moncloa) arramplando hasta con el Zar (léase aquí, Pedrillo I) inclusive.
La libertad existe, pero siempre sometida al imperio de ley. Porque si la libertad se pone por encima de la legalidad, nadie podría evitar que, en uso de su arbitraria y suprema voluntad, uno de esos negacionistas diera un golpe de estado, asaltando ese Palacio de Invierno y ejecutando en plaza pública a quien le viniera en gana, inmunólogos y virólogos los primeros. Vamos, ya me imagino la inimaginable imagen en la exclusiva del inmovilista Canal 13 obispal: "Ah, es que es La Libertad" diría el golpista ante el indisimulado alborozo de varios contertulios.
Apelar a la libertad individual -como cada dos por tres hace doña IDA en Madrid- tiene el peligro de quitarle la razón a la ciencia y a la sociedad en favor de los fabricadores de fake news y de grupos de poder en la sombra. Esa libertad ayusiana no vale más que la de la mayoría ejerciendo el sobrado derecho a defender su salud. Defenderla frente al propio virus y sus cómplices negacionistas-antivacunas, normalmente ultras de banderita.
DELIBERADO DESPRECIO A LOS DEMÁS
En estos tiempos pasearse sin las vacunas -siendo ciudadano de ese primer mundo que tiene acceso total a ellas- es un acto de deliberada temeridad y de desprecio al prójimo. Cuando no también de una compra masiva de papeletas suicidas.
Por todo lo anterior, y en el circo que se ha montado en Australia, el mayor payaso se ha llamado Novak Djokovic. No es mérito mío el calificativo, aunque lo comparto. Me lo dieron en la calle. Fue un familiar de un fallecido por Covid, que me decía:
- Yo le aplicaba el 1-2-3.
-¡¿El 1-2-3?! -le pregunté, extrañado-.
-Sí, mira, se le dice que es un payaso y, al deportarlo, se le pone una sanción de tres años y un día sin volver a entrar en Australia -enfatizando el uno y el tres, con los dedos de su mano-. Si quiere, que vuelva al Open en 2025, con 37 añitos ya.
-Ya. ¿Y el 2...?
-Pues con lo anterior, además, dos patadas en los huevos -y enfatizó el número haciendo la V célebre de Winston Churchill-.
No creo que ese dos se haya cumplido (a mi pesar). Pero poner al payaso de patitas en la fría, nacionalista y expansiva Belgrado ha sido una gran victoria para la Ley, la Ciencia y el sentido común de la mayoría de la sociedad.
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