Sede Vacante (III)-Los tres bandos de cada cónclave, la mayoría necesaria y el incordio de las minorías de bloqueo
FERNANDO PEREA [colaboraciones].-
La continuidad desde este mayo de 2025 es complicadísima de pronosticar. Va a haber batalla. No en las claves políticas que estamos acostumbrados: derecha frente a izquierda, conservadores contra progresistas o inmovilistas contra revolucionarios. No, el próximo Papa será un hombre. Será un creyente. Habrá sido un sacerdote de joven.
Habrá sido un obispo o arzobispo en su madurez. Y es sexagenario o septuagenario cardenal, un príncipe del Estado Vaticano, nombrado por uno de los tres Papas previos. Es decir, es un ser contrario abiertamente al aborto o a la eutanasia. Contrario a la participación en términos de igualdad de la mujer en la Iglesia. Partidario de un gobierno vertical donde en la cúpula hay un rey vitalicio que, además, es infalible en todas sus decisiones.
Entre los cardenales puede haber distinto nivel de aceptación o rechazo en temas como la apertura a los divorciados, a los homosexuales, a los transgénero, al cambio climático, etc..., pero el cardenal es un ser conservador -en mayor o menor medida- inequívocamente.
Los bandos pueden ser hasta tres: los ultramontanos o integristas -los que en pleno siglo XXI quieren retrotraer casi a la Iglesia a usos y costumbres del siglo XIX-; los reformistas pacientes -con ánimos de introducir algo de modernidad en la Organización, pero piano, piano como se dice por los romanos cuando hay que modular la velocidad de los cambios-; y los pactistas -capaces de amoldarse a los vientos que soplen, y estar en condiciones de ofertar uno de los suyos como solución a los problemas de bloqueo en las votaciones-.
CÓMO SE ELIGEN LOS CARDENALES
Es algo parecido a como si el parlamento español hubiera tres partidos solo: Vox con Santiago Abascal frente al PSOE presidido por Emiliano Garía-Page, y un partidito bisagra -especie de un PP minoritario- de la mano de un moderado (algo así como Borja Semper).
De los 135 cardenales llamados al Cónclave (quedarán en 133 o 132 en la fila de entrada a la Sixtina) en la tarde del miércoles 7 de mayo han sido nombrados -en la nomenclatura los purpurados son creados cardenales- en su mayoría por Bergoglio en sus doce años de reinado. Solo cinco fueron designados por Wojtyla, mientras que 22 fueron por Ratzinger. Es decir, que 108 deben su status a Francisco. Cabe suponer que, en este caso, el perfil sería más proclive a la continuidad de otro reformista paciente como Bergoglio.
Podría ser. Pero no es ciencia exacta. En los dos Cónclaves de 1978 se eligió a dos papas tan diferentes como Albino Luciani (reformista paciente) y a Karol Wojtyla (que fue mutando en un remedo de soft-integrismo, solo que su espíritu viajero y de evidente fortaleza -fue elegido con 57 años- dulcificó su imagen al exterior). Y eran los mismos 111 cardenales los que eligieron dos perfiles radicalmente distintos con 45 días de distancia.
U otra
rareza: el propio Bergoglio es elegido en Cónclave el 13 de marzo de 2013, a la
quinta votación (solo un día de encierro cardenalicio) por 115 cardenales
nombrados entre los nada progresistas Wojtyla y Ratzinger. Si quiere perder
dinero, apueste en este Cónclave por el nombre del nuevo Papa. Tiene muchas
posibilidades de palmar la pasta.
CÓNCLAVE MUY ABIERTO
He de reconocer, como el vaticanista en zapatillas de estar en casa, que me he disfrazado para escribir estas letras, que podemos estar ante el Cónclave más abierto desde el de agosto de 1978 cuando salió elegido Luciani, el último de los papas italianos hasta la fecha. Y eso no significa que dure mucho: los últimos dos encierros duraron un solo día, y los dos de 1978 dos días cada uno. El de 1963, también dos días.
Tres duró el de 1958 (el de Juan XXIII). El de 1939, que eligió al favorito (y Camarlengo, en ese momento) Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli -Pío XII- duro solo un día también. Habría que remontarse a 1922 para encontrar un Cónclave de cuatro días de duración (eligen al cardenal Achille Damiano Ambrogio Ratti -Pío XI- en la décimo-cuarta ronda de votaciones) o a 1914 con otros cuatro días -pero con diez votaciones- para la elección del cardenal Giacomo della Chiesa -Benedicto XV-.
En la primera elección del siglo XX también hubo cuatro días para elegir al cardenal Giuseppe Melchiorre Sarto -Pío X-. Como podemos comprobar, hasta en las discrepancias parece haber una tendencia hacia los pactistas a medida que el tiempo avanza en los últimos Cónclaves. Si este encierro llega al tercer o cuarto día, no nos engañemos: será síntoma de dura batalla en su interior.
Es
importante destacar que la elección deberá ser por mayoría de dos tercios, es
decir, si entran 133 electores a la Capilla Sixtina deberá salir Papa el que
reúna un mínimo de 89 votos. Ni uno menos. Salvo que nos vayamos a un
impensable Cónclave de diez días y, entonces, se tome la decisión de la mayoría
simple. En este caso la cifra bajaría a 67 votos. Ha habido en la historia
antigua varias anécdotas sobre Cónclaves reñidos, con unos pocos e intransigentes cardenales.
ELECCIÓN DE UN HONESTO TONTO COMO PAPA
No me resisto a la que se cuenta ocurrió en 1740 con motivo de la elección de Benedicto XIV. Cuando había pasado un centenar de votaciones sin mayoría el cardenal Próspero Lorenzo Lambertini, de Bolonia, pidió la palabra para decir: “Si queréis elegir a un político inteligente, elegid al cardenal Aldrovandi (Pompeo Marescotto Aldrovandi). Si queréis a un hombre muy piadoso, elegid al cardenal Gotti (Vincenzo Ludovico Gotti). Pero si queréis elegir a un honesto tonto, elegidme a mí”.
Era cualquier cosa menos tonto, pues fue rector en la Universidad de La Sapienza en Roma. Ni que decir tiene que elegido fue el propio Lambertini, y pasó a la historia como un reinado donde se preocupó de ayudar a los avances de la ciencia.
Conocida la mayoría, también se conoce la llamada minoría de bloqueo. Con 45 votos firmes, escrutinio tras escrutinio, se puede bloquear la posibilidad de alcanzar los dos tercios requeridos. Es el enrocamiento del sector minoritario, que abre la puerta a la negociación y a la aparición de la fuerza pactista como un elemento a tener muy en cuenta. En muchos Cónclaves enconados, son los que consiguen encontrar la salida al embrollo... a costa de elegir algún cardenal admisible a todos los sectores.
Es una opción válida para los dos extremos del estrecho arco ideológico cardenalicio, que así se van con la sensación de empate: no hemos ganado, pero tampoco hemos perdido. Si el Cónclave se alarga hay altas posibilidades de pacto para no llevar al reinado a una primera figura de los dos sectores enfrentados (inmovilistas ultramontanos contra reformistas pacientes).
ESCENARIO ABIERTO
Todos los escenarios están abiertos hasta la primera votación. Es la más importante de todas... detrás de la última y definitiva. En esa primera se tantean las fuerzas. Si un sector está cerca de colocar a su candidato, es muy probable que en un par o tres de rondas lo consigan. Pero si aparece una fuerte -y monolítica- minoría de bloqueo, se entra en otro escenario. Incluso se da la alegoría del pastor que atraviesa un río infestado de pirañas con su rebaño.
Suele elegir un animal tocado: débil, cojo, viejo... para sacrificarlo. Lo manda al río para que las pirañas se ceben en él, y rápidamente pasa de orilla a orilla al resto del ganado mientras las pirañas están entretenidas. La sutileza vaticana tiene estas cosas: hay veces que los sectores del Cónclave mandan un señuelo por delante, reservando a su verdadero candidato para cuando haya un bloqueo, emerger con el second best (el llamado tapado, que era la verdadera apuesta).
Una muestra importante de un Cónclave empatado es la edad del elegido. Por ejemplo, para los que fuera representan a la ultraderecha, una derrota por goleada significaría que fuera elegido un continuador del papado de Bergoglio y que este tuviera sobre 60 años, lo que augura un pontificado que se les haría muuuuy largo e incómodo a las huestes de los Donald Trump, los bolsonaristas tras Jair Bolsonaro, Javier Milei, Viktor Orbán, etc...
Sería como el adagio romano con carga de profundidad del no han elegido un santo padre, sino un padre eterno. Tres cuartos de lo mismo -pero por el otro lado- sería la elección de un inmovilista joven: una derrota dolorosa tras el papado del argentino, con una segura vuelta atrás en el tiempo.
Una forma de perder por la mínima es que haya elección de un cardenal representante del sector contrario, pero muy entrado en años. Cuanto más cerca de los 80 y con más limitaciones físicas mejor. Es como decir a la bancada de enfrente: “Nos vemos las caras en pocos añitos de nuevo... y seguiremos dando guerra”.
(CONTINUARÁ)
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