RICO, RICO...CON FUNDAMENTO (Julie y Julia)
César Bardés [colaborador]
El camino para llegar a la felicidad de dos mujeres pasa por delante de un fogĂłn. AhĂ mismo, detrás de la sartĂ©n, se pueden poner al baño marĂa años de frustraciones, desalar el estofado de la decepciĂłn, espantar el horrible olor a quemado del aburrimiento, degustar la certeza de que, al otro lado, hay vida y, de paso, llegar al postre de la realizaciĂłn personal, del pastel intuido, del estĂłmago asentado tras unos platos que parecen reservados para los paladares más exigentes.
Y es que el secreto está en no rendirse, está en no creer que un asado fallido es una catástrofe y tambiĂ©n en saber que, por una sola y maldita vez, detrás de dos grandes mujeres puede que haya dos grandes hombres. AsĂ nos encontramos con una pelĂcula que sabe atravesar el espejo del tiempo y nos cuenta las historias paralelas de dos mujeres, distantes cincuenta y tres años entre sĂ, que intentan acabar con el fracaso que las asola mediante el dominio de las cacerolas como una baterĂa de jazz de azĂşcar. El resultado es un duelo entre dos magnĂficas actrices, Meryl Streep y Amy Adams, que saben hacer creĂbles sus personajes escondidos tras los delantales de la sabidurĂa. Al otro lado de la mesa, Nora Ephron, famosa por escribir la esplĂ©ndida Cuando Harry encontrĂł a Sally, de Rob Reiner, pero tambiĂ©n por ser la ex – mujer de Carl Bernstein, uno de los dos periodistas que destaparon el escándalo Watergate y cuya crĂłnica de su ruptura fue narrada por Mike Nichols en la menos que mediocre Se acabĂł el pastel.En cualquier caso, estamos ante una de esas pelĂculas que nos dejan un regusto dulce, de media sonrisa y de soterrada y divertida crĂtica hacia el interior de las mujeres sin renunciar, por ello, a la historia saboreada de una realizaciĂłn en forma de mantequilla para cocinar. PodrĂamos decir, si se me permite el chiste malo, que esta pelĂcula es para cocinĂ©filos y los gourmets de turno nos retrotraeremos a la maravillosa El festĂn de Babette, de Gabriel Axel o, incluso, a esa obra maestra del arte culinario que es Ratatouille, de Brad Bird con la que coincide en ingredientes y mensaje. AsĂ que hay que desplegar la servilleta y dejar que la saliva nos inunde la boca. Estamos ante un cine de una cierta distinciĂłn, sin muchas pretensiones, pero hecho con elegancia, al que sĂłlo le sobran algunos rebordes olvidados por la tijera de la sala de montaje pero que es pura masticaciĂłn, autĂ©ntica delicia para ahondar en los secretos del alma de las mujeres, recetas para huir del fracaso que nos sitia cuando nos negamos a su comprensiĂłn.
Los platos son apetitosos y los planos se suceden ricos, ricos...con fundamento. La lucha es la clave, ese toque que hace que un menĂş sea un festĂn de los sentidos. Con Meryl Streep nos reĂmos porque sabemos que ella se dedica a la cocina porque no tiene nada que hacer. Con Amy Adams nos contentamos porque ella lo hace, tal vez, porque tiene demasiado que hacer. Con Streep, disfrutamos. Con Adams, deseamos. Con Streep, aprendemos. Con Adams, aplicamos. Y, claro, se sale harto de cine pero famĂ©licos de estĂłmago. Es lo que tiene andar mezclando, a partes iguales, dos o tres ideas de cine prometedor con un primero, un segundo, un postre, un cafĂ© y un cigarrillo.
Todo destila una cierta inteligencia que sabe disfrazar el tacto de un pato deshuesado con un estudio más o menos intenso, aunque no profundo, de lo que sienten las mujeres. Y los hombres que andamos por allĂ sabemos que sĂłlo tenemos que estar dispuestos a ser el punto de apoyo, la inflexiĂłn de palabra justa, la frase oportuna. No es tan difĂcil. Es mucho más complejo saber cocinar. Y no digamos si se trata de saber rodar. Por cierto, ¿alguien tiene unos cuantos fotogramas tostados con pimientos de gran angular o una raciĂłn de 70 milĂmetros cocida a fuego lento con vino de argumento?...Ah, y a propĂłsito...odio todas esas crĂticas que parecen recetas...
César Bardés





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