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La cultura del cangrejo

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Diógenes, al que llamaban el cínico, recorría las calles de Sinope con un farol encendido a pleno día, buscando a un hombre honesto y, según cuentan, no lo encontró. Cuando le visitó el gran Alejandro, en el tonel donde vivía, le dijo que le pidiera lo que quisiera.  Diógenes, sin apenas levantar su mirada ante el famoso caudillo heleno, contestó: “Solo deseo que te apartes porque me quitas la luz del sol”.

Se quedó tan sorprendido ante su respuesta, que en lugar de sentirse ofendido por su insolencia, se alejó admirado y dijo a sus oficiales: “De no haber sido Alejandro, me hubiese gustado ser Diógenes”.  Seguro que hoy no le hubieran dejado ni el tonel para vivir sin cobrarle impuestos.

Yo, sin farol, pues no andan los tiempos como para gastar dinero en cosas innecesarias, cuando aún nos permiten gozar la luz del sol sin cobrarnos, llevo cuarenta años buscando a un político bueno y honesto y aún no lo he encontrado.  Me temo que moriré en el empeño. 

Diógenes, llamado por Platón, el “Sócrates delirante”, por su extraña manera de pensar y vivir y ser considerado discípulo de éste, fue tan respetado como incomprendido en su época, siglo V antes de Cristo, ya que vivía alejado de las apetencias y deseos del resto de los mortales buscando inútilmente la honestidad humana.

Conociendo su biografía y normas de conducta, no hace falta aclarar que no se dedicaba a la política, era filósofo. Su teoría se sustentaba en creer que la vida era el soberano bien y la riqueza falsos bienes que deberían despreciarse”. Lo mismo que ocurre en nuestros días.

En el Ágora y ante sus ciudadanos acostumbraba a exponer sus enseñanzas, que unos oían con respeto y otros mofándose de su extremada y voluntariamente adoptada pobreza. No me explico cómo una nación cuna de la Filosofía, el saber, la cultura y la Democracia ,-la que se escribe con mayúscula, sin que intervenga dedo alguno-,  pueda verse sometida hoy al capricho y la voluntad de otras naciones que no han apostado nada noble a la Humanidad.

POLÍTICOS AMBICIOSOS Y SIN IDEAS

La Historia indica que murió al ingerir un pulpo vivo y otra versión que fue luchando contra unos perros hambrientos para disputarles el pulpo. Hasta su muerte fue tan insólita como su vida.  En la actualidad, algunos utilizan a los pulpos como adivinos, porque no existe humano que pueda predecir el futuro en un presente tan revuelto.

Hoy el Ágora la utilizamos para prolongadas siestas de políticos ambiciosos y sin ideas, que cobran sueldos astronómicos y tienen que ser protegidos por las fuerzas del orden para que el pueblo cansado de tanto engaño, egoísmo y falta de interés, no les pongan las pilas de manera poco ortodoxa.

Hay veces que me siento benevolente y trato de descubrir en alguno de los miembros de nuestra clase política un lado positivo y honesto, pero este colectivo es casi una constante decepción, pues hemos perdido totalmente la fe hasta en sus palabras. Cuando le oímos hablar de algo bueno, hay que echarse a temblar, ya que ocurrirá todo lo contrario y cuando callan hay que temer las horribles consecuencias que su silencio nos vaticinan.

Al parecer, los buenos se encuentran relegados dentro de sus partidos, sin voz y poder de decisión y esta  puede ser la causa de que aún los consideramos buenos. Están inéditos.

Aunque me cueste reconocerlo, hoy se ha hecho de la política la manera más rápida y segura de alcanzar una vida paradisíaca a costa de la miseria y el sufrimiento del siempre expoliado ciudadano,  pero me refiero a esos paraísos donde alternan con la élite social y financiera,  sin que el fisco, ni los problemas pueden perturbarles.

LA PACIENCIA DEL PUEBLO TIENE UN LÍMITE

Aunque  a veces se descuiden y tengan que desprenderse vía judicial de algunas migajas para acallar protestas y salvarse de los encierros engorrosos junto a los delincuentes comunes. La paciencia del pueblo tiene un límite y éste ya ha sido superado con tantos juicios elitistas y mediáticos en los que los inculpados acuden ante el juez para responder y tratar de defender sus culpas y delitos, dando la impresión de que están protagonizando un desfile de pasarela.

Y el clamor ciudadano sube de tono y surcan los aires sapos y culebras verbales ante el desafiante gesto y la manifiesta altivez de los chorizos, cantamañanas, chapuzas y “trileros” de alto copete que les han robado el trabajo, el pan  y la vivienda.

El egoísmo humano es tan remoto como la existencia de la Humanidad. El hombre, a mi entender, y que me perdonen los teólogos, no puede ser la obra perfecta de Dios, aunque esa fuera su idea al darle vida. No digo que Dios se equivocara, pero sí lo hizo su criatura nada más sentirse en posesión de una libertad que le permitía  dar salida a sus más bajos  y mezquinos instintos.

Desde que ese llamado animal y mal calificado “racional”, inició su andadura por los intrincados laberintos de su existencia, sólo se preocupó de su propio bienestar y obtener los mayores privilegios, aunque para conseguirlo no dudara como hiciera Caín en los tiempos bíblicos, en matar a su propio hermano.

PERDER EL PLACER DE LEER

Lo estamos comprobando a diario en cualquier lugar del mundo ante la indiferencia de esos organismos internacionales que dicen han sido creados para velar por la seguridad y el bienestar general y la realidad demuestra que solo se ocupan de garantizar los intereses y egoísmos de sus miembros mejor dotados militarmente. En realidad de los cinco países que lo rigen a su antojo y en defensa de sus particulares intereses.

Nos hablan desde los primeros años escolares, al menos en aquellos tiempos que en las aulas existían los Crucifijos y se estudiaba la Religión, que el Hombre es la obra preferida de la Creación. Estamos demostrando que somos su más completo fracaso. Hemos olvidado a la poesía y vamos camino de olvidarnos del libro.

Sin ellos, nuestros hijos serán expertos en maquinitas y extraños artilugios que les harán abandonar el placer de leer, la oportunidad de pensar y la maravillosa y lírica manera de expresar sus sentimientos. El afán de conocer y utilizar lo que no es esencial y necesario, nos está haciendo regresar a tiempos ya superados, aunque lo designemos como evolución.

Recuerdo aquellos años en los que era capaz de sentarme ante la mesa de cualquier café y sobre un sencillo cuaderno me deleitaba al escribir a bolígrafo todo cuanto pensaba, sentía o deseaba exponer. Hoy, si tengo que tomar nota sobre cualquier tema que precise, me resulta incómodo hacerlo y  leer posteriormente, pues he perdido el encanto y la costumbre de escribir a mano a causa del sofisticado ordenador.

Lo peor de este “avance tecnológico” es que desaparecerán esos valiosos manuscritos de los que mueren físicamente, pero viven su eternidad al formar parte de nuestro acervo cultural. Ni aún siquiera nos quedarán sus firmas. Estamos, no lo olviden, en la cultura del cangrejo.

Llegaremos a mundos insospechados, pero olvidaremos las maravillas que nos puede ofrecer el nuestro y el legado de sus mejores hombres, aunque los intentemos buscar con láser ya que el farol ha desaparecido.  
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1 comentario:

  1. me ha gustado nuchísimo Félix, me ha encantado lo de Diógenes.Es cierto que hay gente así, realmente bueno.Los políticos nos tienen hasta el gorro, si al final parece que les damos el poder y van por libre y hacen lo que les da la gana.Ya sé que en Madrid está muy extendido este sentimiento y el ambiente es axfisiante y agotador.Y ahí está la botella que contrata un bufete para personarse, es queeeee a esa tía no la da vergüenza ho bar presentado su dimisión al sía siguiente a las 9de la mañana aunque hubiera tenido que dejar el spa de portugal? aniversarios de boda, por favorrrrr

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