Miradas
Hay miradas que aturden y miradas que alientan; que acarician o desprecian; que acaban noches e inician amaneceres; altaneras y sumisas; de amores y rencores; de lealtades y traiciones; de egoísmo y solidaridad. A lo largo de mi vida he sido testigo de miles de miradas y en cada una de ellas, he intentado escudriñar el alma de su protagonista, porque dicen que el alma de una persona se refleja en su mirada.
A veces, he creído ver bondad y sinceridad, donde solo encontré egoísmo y falsedad. No siempre se acierta en este tipo de observaciones. He sufrido momentos dolorosos y muy duros a causa de una mirada manipulada. También he gozado sensaciones maravillosas e indescriptibles al ver en los ojos de la persona amada su ternura y sus sentimientos más limpios y generosos.
No solo el amor se refleja en la mirada, también se advierte la auténtica amistad. Esa que es inmutable al tiempo, la distancia y los avatares de la vida. Dos de mis más grandes amigos pertenecen a la lejana época de mi infancia y primera juventud, en los años pasados en San Fernando, cuando empezaron mis verdaderos encuentros con la vida.
Los recuerdo con emoción y mucho cariño: Ángel Bartel Ruiz y Alfredo Morales Sotelo. Es lo más valioso que tengo en ese rincón tan querido y añorado. Amigos que son imprescindibles para aliviar el lastre de la soledad, que es la antesala del estrés. Gracias a mis artículos y escarceos literarios en Internet la lista de mis amigos se ha incrementado notablemente, aunque a muchos no los conozca personalmente.
Nunca pude imaginar que después de treinta años de profesión, ya jubilado, llegara a escribir tantos artículos, puede que pasen del millar. Las sorpresas que nos depara la vida.

Dicen que “Dios escribe derecho sobre renglones torcidos”. Si yo no caigo enfermo, me hospitalizan y he de cerrar la librería que teníamos, desconectado totalmente del periodismo, no hubiese conocido el mundo del “ordenador”, ni hubiese sentido nuevamente la obsesión literaria.
Empiezo a escribir mis memorias y fisgoneando en Google descubro una editorial catalana que las lee y está dispuesta a publicarlas en dos libros. Parece algo mágico, pero me doy cuenta que es real, cuando el editor viene a Madrid y en el Café de Gijón, firmamos el contrato. Era lo primero que escribía después de veinticinco años de voluntario cese en este tipo de actividad.
Fue mi regreso con todas sus consecuencias a un mundo que ya creía inaccesible. Durante la presentación de mis libros en Madrid, San Fernando y Chiclana, me puse nuevamente en contacto con un ambiente del que me consideraba desconectado. Gracias a la generosidad y amabilidad de mis lectores he encontrado fácil el camino de vuelta a tan fascinante profesión. .
Es la mejor medicina contra el Alzheimer, el ocio y el estrés. Quizás mis temas no serían los mismos si pudiera mirar la cara a mis lectores. Soy muy susceptible a las reacciones y enemigo de causar algún daño a los demás, pero no siempre llueve a gusto de todos y hasta me han llamado “demagogo”, que es lo más contrario a mi manera de ser, cuando me he indignado ante los abusos de algunos que rebasan los límites permitidos.
El mundo de las miradas abarca emociones muy distintas. Hay miradas que jamás se olvidan, ni puede eliminar de tu memoria. Como la que nos dirigió mi madre en los instantes antes de morir. Una mezcla de pena, ternura, resignación, paz y amor, mucho amor. La fe de esta excepcional mujer en un mundo mejor y en un Dios en el que creía firmemente, le dio una fuerza tremenda para enfrentarse con una actitud tranquila y digna a la muerte, de la que siempre me había hablado con auténtico pavor. No he presenciado momentos que me impresionaran tanto.

Me conmueven y avergüenzan las miradas del hambre. Sobre todo las de esos millones de niños de los que apartamos la vista para no sentirnos involucrados en su desolación y miseria. Como si su lejanía física y el distinto color de su piel pudiera convencernos de que no son de nuestra incumbencia y responsabilidad. No hay nada más bonito que la sonrisa de un niño y la limpieza de su mirada cuando se siente feliz. Su llanto de hambre, es una tragedia que a todos nos debe afectar.
Me conturba e indigna que en la misma España, haya miles de niños que pasan auténtica hambre y un número aún mayor que hacen una sola comida al día, la del colegio,- esas que algunas autonomías han cortado, pero no sus malditas dietas a los políticos-, mientras que los culpables y responsables, que somos todos, vivimos de espaldas al drama y hasta tiramos la comida que nos sobra.
Hay miradas cargadas de rencores por ideas políticas y fanatismos religiosos que son causas de enfrentamientos, cuando deberían ser puentes de pacífica tolerancia y mutuo entendimiento para que la amistad y la solidaridad dominen nuestras vidas.
Miradas lujuriosas y asesinas que dañan, violan y matan a indefensas mujeres y menores sin que la sociedad y los jueces acaben de una vez con esa repugnante lacra social. Una simple mirada nos puede descubrir un conjunto de impresiones y sorpresas ocultas en los rincones más profundos.
Y hasta hacernos llorar sin necesidad de que se rompa el silencio. Alguien dijo, mira de frente al sol e ignora la sombra que queda atrás. No encuentro definición más acertada sobre el valor de la mirada.
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