La generación perdida
Félix Arbolí [colaboraciones].-
Hubo una generación perdida, aparte de la literaria que surgió tras la primera guerra mundial popularizada por Hemingway y de la que formó parte junto a Dos Passos, Faulkner, Fitzgerald, Steinbeck y otros autores. Me refiero a la generación de españoles que sufrimos los excesos de una anteguerra, los horrores de una guerra y las calamidades de una posguerra.
La de aquellos que fueron obligados a cantar la Internacional con el puño cerrado y posteriormente el Cara al Sol brazo en alto. Mañana solo Dios sabe qué cantarán nuestros hijos y nietos, si es que tendrán ánimos y razones para cantos.
Mi generación ha vivido muy difíciles etapas y ha conocido regímenes políticos tan distintos. Los que hasta ayer éramos urbanitas, nos estamos convirtiendo en trogloditas. Y a pesar de los enormes sacrificios, esfuerzos y calamidades que nos hicieron pasar bajo la promesa de un mundo mejor para nuestros hijos, nos hemos dado cuenta, ya tarde, que han estado jugando con nuestros sentimientos, pisoteando nuestros derechos, vulnerando nuestra libertad y mancillando nuestra dignidad.
Y lo que es peor aún, por los mismos de siempre o sus descendientes, que en gran parte solo supieron de la guerra, el hambre y los obstáculos a través de los libros de texto o los cuentos del anciano criado al calor de una buena chimenea en las noches invernales. Los que hoy figuran en el “Gotha” de la opulencia y el poder, son los mismos que ayer gozaron un exilio dorado durante la República, recuperaron sus bienes y preeminencias con Franco y la siguen conservando cuando dicen algunos que se instauró la democracia.
El ciudadano normal, aunque sus servicios a la sociedad hayan sido más notables, es el que pasó las calamidades si sus ideas no eran afines al régimen dominante, porque el exilio no estaba a su alcance, y el que tiene que soportar ver a sus hijos sufrirlas hoy.
CAUDILLITOS Y MEMOCRACIA
Son los de siempre también los que han de pagar los abusos, desmanes e incompetencias de los que bajo esta mal llamada democracia, que para ellos no cuenta, quieren parlamentar y gobernar como si fueran nuevos “caudillitos”, no por la gracia de Dios, sino los votos de un pueblo vilmente engañado.
Antes de esta “memocracia”, vivimos una época franquista que creíamos tan eterna como el Tercer Reich y nada hacía sospechar que esas tumultuosas manifestaciones y adhesiones inquebrantables se iban a esfumar tan de golpe, en cuanto cerró sus ojos el “idolatrado líder” y su etapa se iba convertir en el “coco” de nuestra Historia.
Porque su pasado dinástico durante el “caudillaje” no parecía existir. Ya ni siquiera conceden ese pequeño espacio donde descansar su eternidad al que ayer disponía de toda una España grande y libre, que algunos afirmaban no pertenecía a Europa y en mala hora lo hicimos.
NACIÓN CONVERTIDA EN PUZZLE
Mi generación y la de usted, si pertenece a este grupo en extinción, es la que ha sufrido y sigue padeciendo toda clase de rigores y carencias, sin posible redención, pues sigue sin aparecer ese “Mesías” de la política que nos tenían prometido desde nuestra lejana infancia para que expulsara de los templos de la corrupción y el poder, - que suelen ir unidos-, a tantos mercachifles de la política que manejan nuestras vidas a su antojo.
Nací en tiempos de la República y me voy a ir con otra a la puerta sin mejores perspectivas. De momento, solo hemos conseguido una nación convertida en puzzle, políticos choriceros y aborregados ciudadanos que soportan resignados toda clase de tropelías, incompetencias y métodos dictatoriales.
Mi generación, de las que ya pocos quedan para contarlo, sabe de humillaciones y zozobras sufridas ante el despótico proceder de aquellos privilegiados gracias a la guerra y al ominoso estraperlo que surgió como consecuencia de la generalizada hambruna ciudadana. Los que ahora nos cuentan que ellos o sus ancestros hicieron su fortuna y encauzaron su camino gracias a vender mercancías y baratijas en burro por los pueblos o tener mucha suerte en la lotería.
Yo he vivido intensamente el pasado y he participado en todas sus vicisitudes. He corrido ante los llamados “grises” por las calles madrileñas y he gritado contra unos y luego en sucesos posteriores contra los otros, como toda la juventud de mi época. Pero lo hacíamos a pecho descubierto, sin pancartas, pasamontañas, ni piquetes que informan dando caña y destrozando todo lo que encuentran a su paso.
NADA PARECE HABER CAMBIADO
Una de esas manifestaciones fue contra la monarquía, que era la “bestia negra” de entonces, hasta del propio Franco. Sobre todo la de Don Juan. Me acuerdo que no intervino la Policía Armada, la llamada “gristapo”, a pesar de que coreábamos a voz en grito “Si el Borbón quiere corona, que se la haga de cartón”. Fue a causa del polémico “manifiesto” del Conde de Barcelona, que no gustaba al Régimen.
En realidad a la mayoría de los que fuimos nos daba igual monarquía o república. Se corría la voz de que había manifestación tal día por esto o lo otro y como si se tratara de una maratón nos preparábamos e íbamos.
A mí, que viniera Juan Carlos, Alfonso e incluso Carlos Hugo, el de los carlistas, que también sonaba, me era indiferente y casi puedo asegurar que al sesenta por ciento de los participantes le ocurría igual. Gritábamos a todo pulmón lo que nos indicaban los jefecillos de la manada.
Nada parece haber cambiado. Entonces, como ahora, ni siquiera teníamos el derecho al pataleo y la corrupción sigue sin tener fecha de caducidad y el poder y el dinero aferrados a la política.
Hubo una generación perdida, aparte de la literaria que surgió tras la primera guerra mundial popularizada por Hemingway y de la que formó parte junto a Dos Passos, Faulkner, Fitzgerald, Steinbeck y otros autores. Me refiero a la generación de españoles que sufrimos los excesos de una anteguerra, los horrores de una guerra y las calamidades de una posguerra.
La de aquellos que fueron obligados a cantar la Internacional con el puño cerrado y posteriormente el Cara al Sol brazo en alto. Mañana solo Dios sabe qué cantarán nuestros hijos y nietos, si es que tendrán ánimos y razones para cantos.
Mi generación ha vivido muy difíciles etapas y ha conocido regímenes políticos tan distintos. Los que hasta ayer éramos urbanitas, nos estamos convirtiendo en trogloditas. Y a pesar de los enormes sacrificios, esfuerzos y calamidades que nos hicieron pasar bajo la promesa de un mundo mejor para nuestros hijos, nos hemos dado cuenta, ya tarde, que han estado jugando con nuestros sentimientos, pisoteando nuestros derechos, vulnerando nuestra libertad y mancillando nuestra dignidad.
Y lo que es peor aún, por los mismos de siempre o sus descendientes, que en gran parte solo supieron de la guerra, el hambre y los obstáculos a través de los libros de texto o los cuentos del anciano criado al calor de una buena chimenea en las noches invernales. Los que hoy figuran en el “Gotha” de la opulencia y el poder, son los mismos que ayer gozaron un exilio dorado durante la República, recuperaron sus bienes y preeminencias con Franco y la siguen conservando cuando dicen algunos que se instauró la democracia.
El ciudadano normal, aunque sus servicios a la sociedad hayan sido más notables, es el que pasó las calamidades si sus ideas no eran afines al régimen dominante, porque el exilio no estaba a su alcance, y el que tiene que soportar ver a sus hijos sufrirlas hoy.
CAUDILLITOS Y MEMOCRACIA
Son los de siempre también los que han de pagar los abusos, desmanes e incompetencias de los que bajo esta mal llamada democracia, que para ellos no cuenta, quieren parlamentar y gobernar como si fueran nuevos “caudillitos”, no por la gracia de Dios, sino los votos de un pueblo vilmente engañado.
Antes de esta “memocracia”, vivimos una época franquista que creíamos tan eterna como el Tercer Reich y nada hacía sospechar que esas tumultuosas manifestaciones y adhesiones inquebrantables se iban a esfumar tan de golpe, en cuanto cerró sus ojos el “idolatrado líder” y su etapa se iba convertir en el “coco” de nuestra Historia.
El hombre que dirigía la nación como un auténtico emperador, que designaba como su sucesor a un Rey y otorgaba hasta títulos nobiliarios, yace hoy bajo pesada lápida amenazado de un humillante desahucio bajo el mandato del que en vida encumbró hasta la realeza”.
Porque su pasado dinástico durante el “caudillaje” no parecía existir. Ya ni siquiera conceden ese pequeño espacio donde descansar su eternidad al que ayer disponía de toda una España grande y libre, que algunos afirmaban no pertenecía a Europa y en mala hora lo hicimos.
NACIÓN CONVERTIDA EN PUZZLE
Mi generación y la de usted, si pertenece a este grupo en extinción, es la que ha sufrido y sigue padeciendo toda clase de rigores y carencias, sin posible redención, pues sigue sin aparecer ese “Mesías” de la política que nos tenían prometido desde nuestra lejana infancia para que expulsara de los templos de la corrupción y el poder, - que suelen ir unidos-, a tantos mercachifles de la política que manejan nuestras vidas a su antojo.
Nací en tiempos de la República y me voy a ir con otra a la puerta sin mejores perspectivas. De momento, solo hemos conseguido una nación convertida en puzzle, políticos choriceros y aborregados ciudadanos que soportan resignados toda clase de tropelías, incompetencias y métodos dictatoriales.
Mi generación, de las que ya pocos quedan para contarlo, sabe de humillaciones y zozobras sufridas ante el despótico proceder de aquellos privilegiados gracias a la guerra y al ominoso estraperlo que surgió como consecuencia de la generalizada hambruna ciudadana. Los que ahora nos cuentan que ellos o sus ancestros hicieron su fortuna y encauzaron su camino gracias a vender mercancías y baratijas en burro por los pueblos o tener mucha suerte en la lotería.
Yo he vivido intensamente el pasado y he participado en todas sus vicisitudes. He corrido ante los llamados “grises” por las calles madrileñas y he gritado contra unos y luego en sucesos posteriores contra los otros, como toda la juventud de mi época. Pero lo hacíamos a pecho descubierto, sin pancartas, pasamontañas, ni piquetes que informan dando caña y destrozando todo lo que encuentran a su paso.
NADA PARECE HABER CAMBIADO
Una de esas manifestaciones fue contra la monarquía, que era la “bestia negra” de entonces, hasta del propio Franco. Sobre todo la de Don Juan. Me acuerdo que no intervino la Policía Armada, la llamada “gristapo”, a pesar de que coreábamos a voz en grito “Si el Borbón quiere corona, que se la haga de cartón”. Fue a causa del polémico “manifiesto” del Conde de Barcelona, que no gustaba al Régimen.
En realidad a la mayoría de los que fuimos nos daba igual monarquía o república. Se corría la voz de que había manifestación tal día por esto o lo otro y como si se tratara de una maratón nos preparábamos e íbamos.
A mí, que viniera Juan Carlos, Alfonso e incluso Carlos Hugo, el de los carlistas, que también sonaba, me era indiferente y casi puedo asegurar que al sesenta por ciento de los participantes le ocurría igual. Gritábamos a todo pulmón lo que nos indicaban los jefecillos de la manada.
Nada parece haber cambiado. Entonces, como ahora, ni siquiera teníamos el derecho al pataleo y la corrupción sigue sin tener fecha de caducidad y el poder y el dinero aferrados a la política.
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