Cárceles de lujo para políticos corruptos

 
Félix Arbolí [colaboraciones].-                          

Un anónimo lector de mi artículo “La agonía de un partido político”, publicado en esta revista chiclanera, al que agradezco sus elogios, me pide que hable sobre  las razones de la crisis que sufre España. Sin intentar pontificar sobre el asunto, ya que “doctores tiene la iglesia y yo soy un sencillo monaguillo”, opino que tampoco es necesario ser un Séneca, para comentar a vuela pluma sobre el tema.

Entiendo que uno de los  fundamentales es el excesivo número de cargos, políticos y enchufados que viven a todo lujo  a costa del sacrificio y las calamidades de un pueblo que se siente ultrajado, estafado y humillado. Son más los mantenidos sin dar golpe, que los que trabajan para mantenerlos.

Y no vemos a ninguno que se avergüence y tenga la dignidad de reconocer este abusivo y continuo atropello. Más aún, procuran agregar a sus inmerecidas ganancias todo lo que pueden “afanar” de mala manera.
  
La  falta de honradez e ineficacia de nuestros dirigentes y su obsesiva ambición personal son tan notorias y constantes que intentar exponerlas y enumerarlas  en los límites de un breve artículo resultaría más difícil que el empeño de ese angelote que intentaba vaciar el agua del mar con una concha, para demostrar a San Agustín su imposibilidad de comprender el misterio de la Santísima Trinidad. 

Es tan devastadora la corrupción que sufrimos, que se ha convertido en algo tan habitual como el “buenos días” que dirigimos al vecino cuando nos cruzamos en las escaleras. Y este expolio millonario al que nos vemos sometidos, es la noticia que oímos nada más despertarnos y la que convierte  nuestros sueños en auténticas pesadillas al final de cada jornada. 

ESCASEZ DE POLÍTICOS HONRADOS

El problema más agudo es la escasez de políticos honrados e inteligentes, ya que hay que ser muy lerdo, consumado ladrón o auténtico sinvergüenza, para ver la miseria en la que viven millones de personas, los niños que se acuestan con hambre y las familias que duermen en la calle por falta de recursos y dedicarse a robar descaradamente lo que a ellos pertenece y les urge.

Y en esta aseveración no hago distingos entre partidos y colores, pero he de reconocer que  quienes se llevan más medallas en estas olimpiadas de robo y saqueo al pueblo, son el PP y el PSOE, aunque el primero  ostente el record.  Sin olvidar otros partidos y organizaciones empresariales y sindicales que se han unido a este expolio generalizado.

Viendo el panorama y las experiencias vividas creo que las excepciones de rigor quedarían muy mermadas, si eliminamos a los que son honrados porque no han tenido aún la opción de manejar a su libre albedrío  los fondos públicos. Los que se consideren honestos,  que no se den por aludidos.
   
Para el político la crisis empieza cuando se descubre su fechoría, pero los casos son tan frecuentes que ni a sus propios protagonistas les afecta y causa vergüenza. Ni siquiera tienen la dignidad de dimitir. No obstante, para estos ladrones de guantes blancos y aforados, la crisis que pueden padecer es emocional, que no económica,  ya que lo robado lo habrán  puesto a buen recaudo para cuando salgan a los escasos meses, por buena conducta o ese gracioso indulto.

LENTITUD JUDICIAL

El corrupto es el depredador más frecuente y dañino de nuestra fauna política. Yo no los llamo ni siquiera “casta” Porque hasta para tener casta hay que tener cierta categoría y estos miserables no la tienen.   
        
 A mi entender, la causa principal de nuestra angustiosa situación es la ineficacia y falta de iniciativas de un gobierno que desde sus orígenes ha ido a la deriva, como ese bote de plástico que lanzamos al mar y nadie, ni el mismo que lo hace, sabe el derrotero que seguirá y qué destino alcanzará.

Es la pasividad de unos partidos opositores en los que priman más sus críticas al adversario, que la búsqueda de soluciones a los problemas que sufre el pueblo. Es el afán obsesivo y enfermizo que sienten los que tienen a su cargo el manejo de caudales públicos, por utilizarlos en su propio beneficio, sin sentir el menor pudor por tan infamante latrocinio.

Y es la lentitud y falta de medios de una Justicia que al parecer ha perdido su balanza y no mide con ecuanimidad la enorme diferencia entre un pequeño hurto para poder comer y un robo de millones con alevosía y auténtica putada.

Juicios que duran diez años, entre recursos jurídicos, declaraciones a veces innecesarias y trabas oficiales, si se trata de políticos de altura, personajes de alto rango o figuras famosas, para que el inculpado tenga la libertad suficiente y pueda poner a buen recaudo los fondos escamoteados  y las pruebas que puedan agravar su condena. 

TRATO DESIGUAL DE LA JUSTICIA

Sin embargo, el “roba gallinas”, que lo hace por hambre, va directo al calabozo y tras los trámites del sobrecargado abogado de oficio, pasa rápido a la cárcel donde paga su delito sin mermas ni privilegios.                                   

 Son tantos los corruptos en España, que las únicas que se libran de los recortes presupuestarios son las cárceles. A este ritmo van a superar al número de hospitales y universidades. Ya hay centros penitenciarios donde, salvo la pérdida de libertad que muchos ven atenuada y recortada (hasta en esto se han impuesto los recortes), sus ocupantes viven con las comodidades propias de hoteles, sin tener que dilapidar lo que han “ahorrado” gracias al sudor y las lágrimas de un pueblo desvalijado y torturado.  

Nada extraño si los que tienen la decisión de edificarlas y dotarlas, piensan que pueden acabar en ellas en un futuro próximo. Como en el caso de Granados, que ocupa una que inauguró siendo alto dirigente de la Comunidad de Madrid. Celdas individuales, con  toda clase de servicios, espacios ajardinados, campos para deportes y juegos, bibliotecas, clases de idiomas y otras materias, salas de lecturas, salones de teatro, etc. Lo que muchos ciudadanos honestos no pueden ni soñar.

Quizás no haya contestado como él quisiera a la pregunta de mi anónimo lector, pero  creo que le he expuesto, más o menos acertadamente, la triste y vergonzosa situación que se vive en España.