¿Quién da más?

  

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Hay frases que se oyen en campañas electorales de las que no sabemos si nos mueven a la risa o a la desesperación. Nuestra presidenta en funciones, Susana Díaz, soltó el otro día una perla parecida a esto: “Yo quiero gobernar en Andalucía para que mis hijos puedan vivir mejor que yo”.

Menudo ejemplo puso. Porque ella lleva viviendo toda la vida como una marquesa a costa de los puestos políticos en los que la ha colocado desde siempre el PSOE, sin que se conozca oficio que no sea la política y sí su propio e ininterrumpido beneficio.      

Lo cierto es que podemos reconocer a nuestra actual presidenta muchas dotes personales, entre las que no se encuentra, evidentemente, la visión de futuro. Lo digo porque yo tengo la casi absoluta certeza de que mis hijos, titulados superiores dos de ellos, y uno con dos carreras, tienen un futuro muchísimo más incierto del que yo tuve en su día. Del tercero, que sólo quiso estudiar bachillerato, ni les cuento. Y si comparo mi vida y mi nivel adquisitivo con los de la Presidenta, soy una persona de vida sencilla, económicamente hablando, a su lado. 

Esta carencia de visión de futuro se certifica con el adelanto apresurado de nuestras elecciones autonómicas, cuando existen unos presupuestos aprobados con Izquierda Unida para todo el año y, para colmo, las estimaciones de voto al PSOE confirman que perderá entre un 6 y un 8% de sus votantes, con lo que eso de soñar con la mayoría absoluta para su partido, ni pensarlo. 

¿Cómo se explica todo este disparate, esta premura inusual en convocar elecciones anticipadas? Por pura y simple oportunidad política. Es de todos sabido que la aparición de nuevos partidos que pueden presumir de tener las manos limpias, va a suponer un reparto bien diferente de la representación política en Andalucía, un Parlamento más plural e infinitamente más difícil de gobernar y, casi con toda seguridad, la antesala de la pérdida definitiva del poder absoluto del PSOE en Andalucía dentro de cuatro años.

Y si de camino aprovechas y le das una puñalada trapera a los que hasta ayer fueron tus socios de Izquierda Unida y los hundes en la miseria, pues mejor que mejor.

SIN PUDOR NI MESURA

Además, asuntos de enorme trascendencia mediática como el inicio inminente de la cadena de juicios de imputados por los ERE o las más que probables aperturas de juicio oral a Chaves y Griñán, han acelerado el nerviosismo en las filas socialistas. Al fin y al cabo, el poder trae consigo miles de puestos de designación singular para los de siempre y algunos pocos  nuevos, bien en organismos oficiales, bien en consejos de administración de empresas, fundaciones u observatorios.

Cuando los políticos se meten en campaña electoral, se desprenden automáticamente de todo pudor y de toda mesura, y se lanzan eslóganes como éstos: “Ahora es el momento del gran salto adelante de Andalucía”.  Y esta frase nos la suelta la lideresa de un partido que lleva gobernando en Andalucía treinta y tres años.

Vamos, que hemos tenido que esperar todo ese tiempo para dar el salto de marras, como si las potencialidades inmensas de Andalucía las acabase de descubrir esta señora, cuyas dotes de pitonisa son, a todas luces, insuficientes, cuando no absolutamente erróneas.

En cualquier caso, no sería justo, ciñéndome al título de mi artículo, si no comentara brevemente el postureo de señorito andaluz del señor Sanz, hablando de partidos y de apellido sin “oes”. Ya se ha olvidado del pasado reciente de Andalucía, cortijo durante muchísimas décadas de hombres y mujeres de la derecha más rancia, como él, que venían a cazar a sus inmensos latifundios de Despeñaperros para abajo y que repartían miseria en la plaza de los pueblos, señalando con el dedo quién tenía jornal ese día y quién no.

A LA COLA

O el absoluto desconocimiento del señor Alberto Ribera de la realidad andaluza, que nos quiere enseñar a pescar, símil absolutamente desafortunado, en tanto en cuanto poseemos una de las flotas pesqueras más potentes del mundo, a pesar de nuestros gobernantes, claro. El problema de Andalucía no ha sido nunca de ciudadanía, sino de gobernantes.

Porque esta tierra, por su riqueza, por su extensión, por su clima  y por  la tolerancia y la sabiduría de sus gentes, podría tutearse económicamente con cualquier otra comunidad autónoma. Sin embargo seguimos estando a la cola, y no se puede ya seguir con la eterna excusa de que partíamos de una situación de desventaja con respecto a las mal llamadas comunidades históricas porque, aun siendo verdad ese análisis en los años ochenta, ya han pasado varias décadas y seguimos estando a la cola.

Del señor Maíllo, poco tengo que decir, obviando que se equivoca, a mi parecer, cuando pretende arañar algunos votos proclamando abiertamente su orientación sexual. No dudo de sus capacidades personales, aunque es indudable que le ha tocado bailar con la más fea y que su partido, sondeos en mano, debe irse preparando para un auténtico cataclismo. 

PROPUESTAS REVOLUCIONARIAS

Y de la señora Teresa Rodríguez, resaltar su honestidad, su frescura, su afán de huir del estilo mitinero de sus adversarios políticos. La naturalidad con la que expone alguna de sus propuestas revolucionarias, le sumen o resten votos, me hace pensar que algo nuevo, de futuro, se está moviendo por fin en nuestra tierra.

Por cierto, hablar del voto cautivo de muchos ayuntamientos a través de un P.E.R. adjudicado a veces de manera caciquil, no es atacar el subsidio en sí, que permite fijar una parte importante de la población andaluza al campo, a lo rural.

Proponer que los monumentos andaluces, usurpados gratuitamente por la Iglesia Católica, vuelvan a ser de titularidad pública, nos llena de satisfacción a quienes creemos que ya está bien de prebendas y favoritismos para esta confesión religiosa, que vive ahora mejor que con Franco.

Y si al mencionar este tipo de críticas nuestros actuales gobernantes saltan como impulsados por un resorte, es que algo de verdad tendrán las afirmaciones de esta señora de lenguaje sencillo, de aspecto corriente, aunque de convicciones muy claras. ¿Quién da más?