Abróchense los cinturones

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Hasta última hora no sabía si ir a votar o quedarme en casa. Viendo lo que ocurre en este país desde que entraron a saco nuestros políticos, no me gusta perder  mi tiempo  en averiguar quiénes son los  menos malos. Me figuro que no seré el único que piensa de igual forma  y desconfía  de esta “casta”, que dicen nos trajeron la libertad y se llevaron nuestro bienestar.  

La política española es un galimatías que nadie entiende, ni siquiera los que viven en ella y de ella. Nos tienen engañados haciéndonos creer que somos nosotros los que gobernamos y luego a la hora de la verdad, cuando han sacado nuestros votos y nos han hecho concebir esperanzas, ellos hacen sus pactos y componendas y buscan exclusivamente el sillón del poder, aunque tengan que aliarse con el mismo diablo. Las críticas y descalificaciones oídas en las campañas electorales, se olvidan fácilmente, al  igual que las promesas imposibles, en cuanto llega la hora del reparto de cargos y descargas.

Creemos, somos así de idiotas, que esas listas que ellos nos proponen sin que podamos intervenir en su confección, nos hacen dueños de nuestro destino y no nos damos cuenta que son ellos los que nos hacen entrar dócilmente en su redil desde el que nos manejan a su antojo. El poder, digan lo que digan, no reside en el pueblo, sino en los partidos y sus dirigentes,  que para lograr nuestros votos nos prometan el cielo, aunque estén pensando  en el infierno que nos van a hacer sufrir. 

Las promesas electorales han quedado de nuevo tan obsoletas como los carteles de la propaganda que aún figuran en las fachadas públicas. Una vez celebrados los comicios vienen las consabidas rectificaciones, pero el daño ya está hecho y no hay marcha atrás. Los desahucios han sido el aliciente más utilizado en esta última campaña, hasta a mí me convenció y le di mi voto a la jueza Carmena, que prometía que antes de echar a una familia a la calle el Ayuntamiento le ofrecería un nuevo techo. 

PANTOMIMA 

A ver si esta vez se produce la excepción y se cumplen las promesas. Lo que no me ha gustado es enterarme a posteriori de que esta formación que yo creía apolítica, estaba conectada, aliada o formaba parte de Podemos. Eso se avisa antes. Gabilondo fue mi candidato votado, pues me pareció el más preparado, prestigioso y responsable de los presentados. Ya he dicho que voto a las personas y no a los partidos. He de aclarar que mis votaciones hubieran cambiado si en lugar de residir en Madrid, vivo en otra Comunidad o municipio.

En realidad todo ha sido una pantomima que en nada cambiará nuestra suerte, porque el que no lo hace a la entrada, lo hace a la salida. Al final, tendremos más nuevos ricos  y muchos más pobres, sean quienes sean los que dirijan al país, las Comunidades y los  municipios. Llevamos cuarenta años de democracia y cada vez nos encontramos más hundidos internamente y más ninguneado fuera de nuestras fronteras.  

No contamos  nada  más allá de los Pirineos, a pesar de que por historia, cultura, recursos, población y extensión deberíamos formar parte de la élite europea. Claro, si  tuviéramos gobernantes con responsabilidad, vergüenza  y eficacia y no marionetas que solo se empeñan  en aparecer junto al político de cierta influencia en los foros europeos.  Vivimos en el país de “tócame Roque”. ¿Quién puede confiar en los políticos y sus partidos viendo este desmadre? 

¿Creen de verdad que estas nuevas elecciones acabarán de una vez con este  desbarajuste? Yo pienso que no. El que venga,  incluso con muy buenas intenciones,  acabará acomodándose en el sillón y viendo al pueblo desde su atalaya,  ajeno a sus miradas de decepción y a su evidente cabreo al sentirse nuevamente engañado. ¡Ojalá me equivoque y éstos sean los políticos honestos, íntegros y eficaces que tanto necesitamos!