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Diferencias abismales entre generaciones


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Dicen que el mundo es un extraño complejo donde nadie sabe de dónde viene, adónde va y qué puede ocurrir dentro de cinco minutos. Vivimos en constante equilibrio entre lo normal y lo descabellado y pasamos los días, semanas y años sin llegar a comprender la razón de las muchas sinrazones que nos acechan en el camino.

Lo que ayer a nuestros abuelos les hubiera supuesto un soponcio, hoy no altera lo más mínimo a nuestros hijos y nietos, que nacen ya doctorados en sabiduría vital.

En mis tiempos los críos pecábamos de ingenuidad mental influenciados por la manera que tenían los padres de enfocar nuestra educación y formación. Nos querían tanto que nos daban todo hecho para que no nos fatigáramos al tener que pensar o saber dónde dirigirnos.
Y ese niño llegaba a su pubertad sin tener la más remota idea de cómo  enfrentarse a la vida, sin la ayuda de mamá o papá, ni dejarse llevar libremente por sus pasiones. Les comían el coco con el fuego del infierno a los que se exponían aquellos que se amaban y liberaban sus instintos y sentimientos, para poder saciar las ansias y apetencias naturales. Hablo por experiencia. 

DEFORMADA EDUCACIÓN

Fuimos presas fáciles de abusos y circunstancias que aprovecharon nuestra deformada educación para hacernos dóciles y sumisos a sus torpezas y miedos o egoísmos y ambiciones.

Yo tuve que dejar  mi casa en Cádiz y abandonar familia, tierra y amigos, porque en esos límites tan estrictos que me permitían, no veía con claridad poder satisfacer mis ilusiones y encontrar la meta que me había trazado. Me ahogaba entre tanta ñoña hipocresía y cinismo generalizado. 

Me resultaba asfixiante y anacrónico que para besar a mi novia formal, entrando ya en su casa y con dos o tres años de relaciones, tuviera que acudir a un cura para que nos autorizara ese beso que, en tales condiciones, no podía considerarse de amor, ni de pasión.

Y dos días antes de nuestra separación, por marchar ella a su pueblo, acabadas las vacaciones en la Isla, tuvimos que  buscar la oscuridad de la noche y la soledad de una calle para rozar mi boca contra su mejilla, pues ni siquiera pude saborear sus labios.

Fue tras las tapias de la entonces Capitanía General de San Fernando, junto al callejón de Croquer, sin poder evitar que el centinela de la elevada garita fuera testigo de ese beso más “eclesiástico” que amoroso.

LA IGLESIA, MÁS MADRASTA QUE MADRE

Hoy me parece difícil comprender cómo un chaval de veinte años y con una relación formal,  no pudiera besar, coger del brazo o darle un cariñoso achuchón a la mujer que entonces llenaba toda su vida. ¿Qué ha tenido de bueno nuestra juventud? La Iglesia de mi época fue más madrastra que madre y el cura su más oscurantista servidor. 

No pudiendo encontrar el amor entre las “hijas de María”, que salían del colegio comentando la charla y consejos que les habían lanzado las monjas, no es nada extraño que tuviéramos que buscar nuestra necesaria válvula de escape entre las que no se movían en las alturas celestiales y les daban satisfacción a sus impulsos sin importarles encasillados y críticas o a las que “amaban” previo pago por sus favores. Y esos intentos en una sociedad tan localista, cerrada de molleras y estricta en sus limitaciones, tenía sus riesgos y desventuras.

Sobre todo por esas beatonas y chismosas que vengaban de esa forma el que sus maridos, veladamente, se las diera con otras, eso sí, con la máxima discreción, aunque todos lo supiéramos. Eran los famosos sepulcros blanqueados y fariseos de los que nos hablaban los Evangelios en nuestros años infantiles.

Aunque a fuer de ser sincero he de manifestar que no me privé de ningún capricho y no me quedé sin apagar mi calentón con esa atractiva y desenfadada Eva que me elevaba al séptimo cielo, sin preocuparme las posteriores y seguras críticas, broncas maternas,  murmuraciones y demás. He ido siempre por libre en estas cuestiones. Sigo sin creer que al obrar de esa manera hiciera mal o perjudicara a nadie.

GENERACIÓN PACATA

Luego todo quedaba zanjado con un Padrenuestro y tres Avemarías que me indicaba el cura como penitencia. Ya en Madrid, no tuve que dar cuentas a nadie de mis actos, más allá de mi propia conciencia.

Creo que ese sistema educativo no fue  nada recomendable a la formación del individuo y menos capacitarlo debidamente para hacer frente a la vida. Pienso al ver la juventud actual con su desenvoltura, su carencia de absurdos tabúes, su libertad de imaginación y su mentalidad abierta a todas las sugerencias e ideas, sin férreas imposiciones y constantes limitaciones, que fuimos la generación más pacata y peor tratada y nos hicieron perder los mejores y más efectivos  momentos de nuestra vida encerrados entre los muros de una insólita intolerancia.

Nos coartaron hasta la libertad de expresión y comunicación. Hemos vivido casi como zombis anclados en proyectos, ideas y actitudes que no pudimos realizar y eclipsados por la incomprensión y una absurda severidad para desarrollarnos como mejor nos convenía.    




1 comentario:

  1. Una reflexión cargada de razón.

    Los años del nacionalcatolicismo fueron grises e intolerantes. Al menos a los hombres se les permitía una válvula de escape, las mujeres lo tenían aún más difícil, a los homosexuales que no pudieran ocultarlo se les machacaba sin piedad.

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