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Falta humanidad porque no hay amor


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Cada día estoy más convencido que algo falla en la Humanidad. Que en lugar de cultivar la amistad nos empeñamos en hundirnos en la suciedad y la confrontación. Que a pesar de los siglos transcurridos desde que el famoso filósofo Diógenes recorriera las calles de su ciudad buscando a un hombre, con un farol encendido, seguimos sin  encontrarlo. 

Somos millones los que como el filósofo  buscamos a ese hombre que nos lidere y no lo hemos encontrado aún. Vivimos en un mundo raro, convulso, egoísta y ramplón, donde el pez grande se come al chico y el que más tiene roba impunemente al que menos tiene y más lo necesita. Nos empeñamos en desterrar de nuestras vidas el amor y la solidaridad y sin estos ingredientes la Humanidad ha perdido su brújula y va directa hacia una peligrosa deriva.

Hacen falta muchas Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer, y no los tenemos. Se nos han ido para siempre y los hemos hecho santos, para mí el segundo también lo es, porque su modo de vivir, querer y entregarse a los demás, a los más desvalidos, se considera como algo fuera de este mundo. No queremos darnos  cuenta que esa debería ser la misión que todos tendríamos que adoptar. 

Me gustan mucho los animales, sufro cuando los maltratan y soy un  convencido de que son criaturas que bajo una apariencia distinta y normas diferentes a las nuestras, sienten el dolor, los golpes, las palizas y hasta las broncas infundadas. La tortura y la crueldad contra quien sea, deberían estar prohibidas en nuestro modo de vivir.


HAMBRE, FRÍO Y DESOLACIÓN

No obstante, estimo que por encima de la defensa de los animales, que me parece muy loable, está la de las personas que viven en un constante abandono, desprecio social e ignorada existencia, sin que nadie se ocupe de ellos, ni se organicen protestas y algaradas  contra esa humanidad que muere lenta y dolorosamente desde el instante de su nacimiento.

Los animalistas, estos samaritanos a los que a muchos les mueve la confrontación política, no quiero decir a todos, no protestan  contra la insufrible situación de estas familias y pasan ante ellos indiferentes, porque les parece más importante la suerte de ese animal al que alancean, martirizan, y colocan bolas ardiendo sobre sus astas, que el hambre, el frío y la desolación que afligen a esas familias.

Y no sienten el menor remordimiento al saber que tienen que pasar las noches a la intemperie por falta de viviendas y acostar a sus hijos sin comer por carencia de alimentos. Tiene mayor importancia la vida y el sufrimiento de un animal, que debería ser penada y eliminada totalmente, que niños, ancianos y familias enteras vivan en condiciones infrahumanas.

Yo  no entro en la polémica de las corridas de toros, aunque solo haya ido a una plaza tres veces en toda mi vida, pero en éstas el animal campea libre y poderoso frente a su adversario y en muchas ocasiones le causa la muerte. No se sujeta al animal con una cuerda, ni se encuentra estresado ante el griterío de los espectadores.


MOFARSE DEL DOLOR

Tampoco puedo hacerme partícipe de celebrar con  alegría la muerte de un joven en el ruedo y mofarme del dolor de su familia. ¿Cómo esperar de estas gentes compasión hacia una Humanidad desesperada y hambrienta? 

Yo no puedo resistir el dolor y la desgracia ajena. Y como dijo Concepción Arenal, la primera mujer española que fue directora general de prisiones, hay que “odiar  al delito y compadecer al delincuente”. Y siempre pienso que ignoramos lo que haríamos si estuviéramos en su lugar y en las mismas circunstancias.

Me molesta en grado sumo que a Julián Muñoz, al que han concedido el tercer grado por su estado de salud, le critiquen y ensañen con él los llamados de la prensa del corazón, que son auténticas vecindonas, lo vean pasear en la playa con su compañera. Ya están machacándolo y haciéndole culpable de engaño porque al salir de la cárcel, no ha tenido que ingresar en un hospital y estar conectado a un tubo.

LA CÁRCEL, PARA TODOS

Yo no justifico su delito, pero hay muchos Julianes que han robado más millones y siguen viajando con chofer y coches de alta gama, y de cárcel, nada de nada, ni siquiera la devolución de lo robado al pueblo. ¿Por qué esta discriminación?

Yo, que por mi condición de secretario del Juzgado Central de Marina, tuve que visitar varias veces la cárcel, no se lo deseo nadie. Era impresionante y estremecedor oír cómo  se iban cerrando las puertas a tu espalda y notaba una extraña y desagradable sensación de claustrofobia Y eso que iba con el Juzgado y en plan  oficial. 

No le deseo la cárcel a nadie, aunque comprendo que es necesaria, pero para todos.    Incomprensible e indignante que un juez meta en la cárcel a un padre o un madre por haber hurtado en un supermercado la leche o algo de comer para sus hambrientos hijos.








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