Bullilandia

Gustavo Torres [colaborador]

Ajo blanco con cigalas y ceps. El bulli, capitaneado por el genio-cocinero-personaje mediático Adriá, se ha convertido en el mejor restaurante del mundo. Ensalada de pelaya, alcachofa cruda y dentelle de oreja de cerdo. La cocina y la gastronomía se ha convertido en el último reducto para sentir el arte como privilegio, como estatus, como signo y gesto de clase, como capricho de ricos. Témpura de ostras y carrilleras de rapet con caviar.

Deconstrucción, cocina molecular, el traje del emperador recorriendo el paladar del mundo.

La pintura, la escultura o la literatura siempre fue plato para ricos. Disfrutar de las grandes obras era un privilegio sólo al alcance de las clases altas y de las miradas educadas y ociosas de los pudientes. Actualmente la cosa ha cambiado. En los museos abundan los cuadros y escasean las miradas. Con un sólo click y desde tu casa, sin moverte, sin esfuerzo, sin gastarte pasta, puedes visitar cualquier museo del mundo. Con un solo click y desde tu ordenador puedes mirar la obra del último y renombrado artista chino del momento o apreciar los edificios de los grandes arquitectos o evaluar el progreso de la escultura subsahariana durante los últimos viente años (por poner un ejemplo). Pero no podemos saborear los platos del Bulli, olerlos, paladear la combinación de sabores o apreciar la mezcla de sus texturas. Ni tampoco pagar la cantidad de dinero que cuesta el capricho.

En mitad de una crisis que aprieta sin piedad a miles de hogares, en medio de familias paradas y bolsillos rotos, la noticia del cierre del Bulli ha ocupado la portada de periódicos y ha concentrado la atención del planeta. El Bulli cierra (ooooooh) El Bulli como reducto artístico, el Bulli como símbolo de ostentación, de creación aún no masificada ni sobada ni accesible a la mayoría. El Bulli y Ferran Adriá como oasis en mitad de la muerte del arte, comida como privilegio, como símbolo de riqueza. Comida como estatus, sabores a precio de oro, creación, cocina molecular contra sartenes de ropa vieja y huevos fritos. Deconstrucción del pan nuestro de cada día.

Plato del día: Traje de emperador recorriendo el paladar del mundo (Deconstrucción del pan nuestro de cada día)