Al salir del cine: AL DIABLO CON TODO (El irlandés)
César Bardés [colaborador].-
Ya estoy harto de ver a jovencitos descabezados que se empotran con sus flamantes cochecitos de hijos de papá contra los muros de las carreteras de por aquí. Estoy harto de los ingleses que han separado Irlanda y aún dicen que tienen muy poco de imperialistas. Estoy hasta la coronilla de esos agentes de tres al cuarto que me envían desde Dublín y que se creen Sherlock Holmes y que no tienen ni el más mínimo sentido del humor. Aunque, claro, eso es discutible porque, tal vez, quien tiene un sentido del humor un tanto difícil soy yo. Me patean las narices los sabihondos de traje y corbata que vienen a enseñarnos cómo se combate el tráfico de drogas y no son capaces de ver a un muerto delante de sus miradas inteligentes. Y, sobre todo, estoy muy resentido con la vida porque mi madre se está muriendo. Y ella sabe conectar conmigo como nadie lo ha hecho nunca.
El caso es que estoy dominado por mi cinismo descreído, por mi carencia absoluta de valores aunque sé que, en algún lugar de mi interior, hay algo parecido a la ética luchando por salir. No he conseguido ningún sueño. No he hecho nada que valga un poco la pena. Solo he tenido la frase aguda, el toque necesario para molestar a todo el mundo y, sobre todo, he sabido hacerme pasar por tonto. Eso desconcierta mucho a la gente. De vez en cuando, les haces saber que sabes de qué va la vaina y, a continuación, les dices algo que tú mismo meterías en el cajón de los trapos orales.
No aguanto a esa gente que viene con aire arrogante, con ese perfume inconfundible de universidad cara, con esa vitola de triunfador y de luchador con experiencia cuando ni siquiera saben distinguir entre croatas y rumanos. Para vivir y entusiasmarme un poco con la vida, tengo que pagar a unas chicas para que se disfracen y me traten como si yo fuera alguien. Al fin y al cabo, durante toda mi vida he jugado a no ser nadie. Incluso cuando tuve la oportunidad de colgarme el oro y quedé en ese honroso y olvidado cuarto lugar de una competición que ya nadie recuerda. Me muevo por impulsos y, a veces, el impulso es apretar el gatillo.
Hay que reconocer que Brendan Gleeson me interpreta muy bien, sabe darme ese aire cansino e irónico que siempre he tenido y escupir ese sentido del humor áspero del que tanto me gusta alardear. Don Cheadle no lo hace mal, pero es que al lado del tremendo trabajo de Gleeson, se queda en una presencia agradable. El que lo hace realmente bien y no termina de despegar es Mark Strong como ese asesino inglés que posee el don de la palabra pero no el de la puntería. Y es que no todos los malos pueden ser perfectos.
Sí, esto es una comedia. La comedia de mi vida. Una comedia que se ha desplazado a través de placas, uniformes, naderías, salidas de tono, irrespetuosidades, chicas de precio barato y alto atractivo, cervezas negras, nubes blancas, lluvias pesadas, ilusiones perdidas y hartazgo pleno. Es lo que tiene ser policía en un rincón de Irlanda. Los tipos estos han hecho una película con mi vida y lo han hecho bastante bien. Incluso me han arrancado una carcajada algo gamberra con mis contestaciones brillantes y mis caídas de ojos despreciativas. Pero nada fue apasionante. Por eso, nunca me volví para ver cómo quedaba el panorama. Porque me importaba un rábano con una Guinness. Al diablo con esos burócratas estúpidos que solo funcionan cuando se dejan sobornar. Al diablo con esos guardias irlandeses que han sido comprados para mirar relajadamente el mar mientras a sus pies se descarga un botín de estupefacientes que siempre es más de lo que realmente es. Al diablo con la vida sin mi madre. Al diablo con todo. No merece la pena quedarme más por aquí. Devoción y valor. Eso es lo que hace falta. Y yo no tengo ninguna de las dos cosas. ¿O sí?
Ya estoy harto de ver a jovencitos descabezados que se empotran con sus flamantes cochecitos de hijos de papá contra los muros de las carreteras de por aquí. Estoy harto de los ingleses que han separado Irlanda y aún dicen que tienen muy poco de imperialistas. Estoy hasta la coronilla de esos agentes de tres al cuarto que me envían desde Dublín y que se creen Sherlock Holmes y que no tienen ni el más mínimo sentido del humor. Aunque, claro, eso es discutible porque, tal vez, quien tiene un sentido del humor un tanto difícil soy yo. Me patean las narices los sabihondos de traje y corbata que vienen a enseñarnos cómo se combate el tráfico de drogas y no son capaces de ver a un muerto delante de sus miradas inteligentes. Y, sobre todo, estoy muy resentido con la vida porque mi madre se está muriendo. Y ella sabe conectar conmigo como nadie lo ha hecho nunca.
El caso es que estoy dominado por mi cinismo descreído, por mi carencia absoluta de valores aunque sé que, en algún lugar de mi interior, hay algo parecido a la ética luchando por salir. No he conseguido ningún sueño. No he hecho nada que valga un poco la pena. Solo he tenido la frase aguda, el toque necesario para molestar a todo el mundo y, sobre todo, he sabido hacerme pasar por tonto. Eso desconcierta mucho a la gente. De vez en cuando, les haces saber que sabes de qué va la vaina y, a continuación, les dices algo que tú mismo meterías en el cajón de los trapos orales.
No aguanto a esa gente que viene con aire arrogante, con ese perfume inconfundible de universidad cara, con esa vitola de triunfador y de luchador con experiencia cuando ni siquiera saben distinguir entre croatas y rumanos. Para vivir y entusiasmarme un poco con la vida, tengo que pagar a unas chicas para que se disfracen y me traten como si yo fuera alguien. Al fin y al cabo, durante toda mi vida he jugado a no ser nadie. Incluso cuando tuve la oportunidad de colgarme el oro y quedé en ese honroso y olvidado cuarto lugar de una competición que ya nadie recuerda. Me muevo por impulsos y, a veces, el impulso es apretar el gatillo.
Hay que reconocer que Brendan Gleeson me interpreta muy bien, sabe darme ese aire cansino e irónico que siempre he tenido y escupir ese sentido del humor áspero del que tanto me gusta alardear. Don Cheadle no lo hace mal, pero es que al lado del tremendo trabajo de Gleeson, se queda en una presencia agradable. El que lo hace realmente bien y no termina de despegar es Mark Strong como ese asesino inglés que posee el don de la palabra pero no el de la puntería. Y es que no todos los malos pueden ser perfectos.
Sí, esto es una comedia. La comedia de mi vida. Una comedia que se ha desplazado a través de placas, uniformes, naderías, salidas de tono, irrespetuosidades, chicas de precio barato y alto atractivo, cervezas negras, nubes blancas, lluvias pesadas, ilusiones perdidas y hartazgo pleno. Es lo que tiene ser policía en un rincón de Irlanda. Los tipos estos han hecho una película con mi vida y lo han hecho bastante bien. Incluso me han arrancado una carcajada algo gamberra con mis contestaciones brillantes y mis caídas de ojos despreciativas. Pero nada fue apasionante. Por eso, nunca me volví para ver cómo quedaba el panorama. Porque me importaba un rábano con una Guinness. Al diablo con esos burócratas estúpidos que solo funcionan cuando se dejan sobornar. Al diablo con esos guardias irlandeses que han sido comprados para mirar relajadamente el mar mientras a sus pies se descarga un botín de estupefacientes que siempre es más de lo que realmente es. Al diablo con la vida sin mi madre. Al diablo con todo. No merece la pena quedarme más por aquí. Devoción y valor. Eso es lo que hace falta. Y yo no tengo ninguna de las dos cosas. ¿O sí?
tranquilo bardes
ResponderEliminartampoco e pa ponerce asin
merece mucho la pena que te quedes por aqui aunque solo sea para que seas uno mas de los muy pocos que me certifican de que la soledad no es el solo el hecho de compartir la vida con el idiota que esta frente a mi espejo cada mañana.
anímate y que no je te orvie
que los cohone es estar vivo.
Perdona por la tardanza en contestar, Fu. Me has pillado de viaje y acabo de regresar. Gracias por unas palabras que hacen que, una vez más, uno llegue a pensar que lo que se escribe no se pierde en el inmenso espacio cibernético. La soledad tiene muchas caras e, incluso, hasta alguna agradable pero siempre es un enemigo que, en ocasiones, tiene rostro de sirena.
ResponderEliminarLos cojones es estar vivo. Me quedo con esa frase. Sigamos viviendo y teniendo cojones.
Un saludo.
todos los besitos del mundo te mando desde Chiclana, guapo.xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
ResponderEliminar(las madres se mueren pero nunca se van)
Muchas gracias, Aelita. Los recojo con cariño, los guardo en una bolsa y me los llevo de vacaciones para cuando los necesite, poco a poco. Otro beso para vos. Con afecto.
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