Voces de Zululand: una historia entre la enseñanza y la vida (y IV)
Experiencias de un profesor chiclanero en un instituto de Secundaria zulú en Sudáfrica. Más allá del aula.-
Aunque estábamos plenamente comprometidos con nuestra labor docente voluntaria, durante los fines de semana tuvimos la oportunidad de explorar la naturaleza salvaje de Sudáfrica. Visitamos Santa Lucía, uno de los parques naturales más populares de KwaZulu-Natal, donde pudimos ver a los Cinco Grandes en su hábitat natural. Santa Lucía fue antiguamente terreno de caza del difunto rey zulú en el siglo XIX. Reservamos esta experiencia junto a otros dos voluntarios de la Universidad del Oeste de Inglaterra (UWE).
Durante nuestra estancia, convivimos con una familia zulú y aprendimos sobre sus costumbres y tradiciones. A través de ellos, conocimos a miembros de la comunidad parroquial zulú y cristiana, lo que enriqueció aún más nuestra comprensión de la cultura local. La comunidad fue muy acogedora y mostró gran interés por nuestro trabajo en la escuela y en el Proyecto Zulú.
Dicho proyecto es una iniciativa educativa y solidaria impulsada por la Universidad del Oeste de Inglaterra (UWE Bristol), que colabora desde hace más de una década con escuelas de comunidades desfavorecidas en KwaZulu-Natal. Su objetivo es mejorar la calidad educativa mediante el intercambio de conocimientos, la formación docente y el desarrollo de proyectos sostenibles. Esta colaboración no solo beneficia a las escuelas sudafricanas, sino que también transforma la visión pedagógica de los voluntarios que participan, como fue nuestro caso.
UNA PLAYA PELIGROSA, DOS POTENCIAS Y UN REGRESO TENSO
Durante nuestra estancia, nuestra familia de acogida zulú nos llevó un fin de semana a la costa, a una playa frecuentada mayoritariamente por población zulú. Era un lugar de gran belleza natural, pero también extremadamente peligroso: las corrientes eran tan fuertes que solo era posible mojarse en la orilla.
Aquel día no fue uno cualquiera. Históricamente, coincidía con un momento de tensión internacional: Sudáfrica había sido duramente criticada por Occidente, por realizar ejercicios militares navales conjuntos con China y Rusia, en plena invasión de Ucrania. En la playa, nos sorprendió encontrar a un grupo de soldados navales rusos. El padre de nuestra familia de acogida entabló conversación con ellos; parecían sociables, aunque mantenían un semblante muy serio.
Sin embargo, cuando mi compañera de proyecto y yo nos acercamos, su actitud cambió por completo. Es probable que el padre les hubiera dicho que éramos profesores británicos. Nos respondieron con frases cortas en inglés, evitando el contacto visual, con una actitud inquietante y casi psicopática. Nos alejamos pronto, incómodos, mientras ellos seguían lanzándose al mar bravo sin mostrar el menor temor, lanzándonos de vez en cuando miradas poco amistosas.
CONFRATERNIZANDO CON RUSOS Y CHINOS
Poco después, nos dirigimos a un complejo turístico cercano, con restaurante frente al mar y acceso a una playa privada. Desde allí, a lo lejos, se podían ver la fragata rusa Admiral Gorshkov, el buque tanque Kama, y varios barcos de guerra chinos y sudafricanos anclados en la bahía de Richards Bay. En el restaurante, comimos platos típicos sudafricanos rodeados de un ambiente completamente distinto: mesas bien servidas, música suave y clientes de clase acomodada.
Allí nos encontramos con un grupo de militares chinos. Mi compañera me advirtió que no intentara hablar con ellos, recordando la experiencia con los rusos, pero decidí seguir mi intuición. En el pasado, siempre había tenido buenas experiencias con ciudadanos chinos, y esta no fue la excepción. Los soldados estaban relajados, se tomaban fotos, reían y disfrutaban de su comida.
Cuando les dije que era español, se
mostraron muy interesados. Incluso un cirujano militar de alto rango se unió a
la conversación, haciéndome preguntas sobre España, mi trabajo en Inglaterra y
mi experiencia en Sudáfrica. En un momento, comenzaron a pedirme fotos para sus
redes sociales, y me sentí como una celebridad improvisada. Desde lejos, mi
familia zulú y mi compañera nos observaban entre risas. Incluso el padre de la
familia se unió a la charla, y compartimos un rato divertidísimo. El contraste con
la frialdad de los militares rusos no podía ser más evidente.
MANIFESTACIÓN DE TRABAJADORES DEL FERROCARRIL
Para cerrar el día, la familia nos llevó al casino del complejo turístico. No fuimos a jugar, sino a observar. Querían mostrarnos la enorme diferencia entre la vida de los sudafricanos de a pie y la de aquellos que podían permitirse el lujo de apostar en juegos de azar. El ambiente era completamente distinto al de los townships: ropa elegante, copas de vino, y una sensación de exclusividad que contrastaba con la realidad cotidiana que habíamos vivido en Kwadlangezwa.
El regreso a casa, sin embargo, fue todo menos relajado. A mitad de camino, nos vimos obligados a detenernos: una manifestación de trabajadores del ferrocarril zulú bloqueaba la carretera. La infraestructura ferroviaria en Sudáfrica ha sufrido un deterioro notable en las últimas dos o tres décadas, no solo por la falta de mantenimiento gubernamental, sino también por el robo sistemático de materiales como cables.
Las compañías mineras, que antes
transportaban minerales desde el interior del país hasta los puertos por tren,
han optado por contratar camiones de gran tonelaje. Estos vehículos, el doble
de largos, altos y anchos que los que se ven en España, han provocado numerosos
accidentes mortales, especialmente en cruces donde los semáforos no funcionan y
las distancias de frenado no se respetan. Además, muchas empresas contratan
conductores extranjeros por ser más baratos, lo que ha generado tensiones y
episodios de violencia xenófoba.
MACHETES Y FUSILES EN VEZ DE PANCARTAS
Cuando llegamos al punto de concentración, los manifestantes estaban deteniendo los camiones y utilizándolos para bloquear la carretera. No llevaban pancartas ni quemaban neumáticos, como podría esperarse en una protesta en España. En su lugar, portaban machetes, armas de fuego e incluso llegué a ver varios fusiles AK-47. La tensión era palpable: estábamos a escasos metros de personas armadas en un contexto claramente violento. Afortunadamente, nuestra familia de acogida habló con ellos y, tras una breve conversación, nos permitieron pasar.
Pocos kilómetros más adelante, vimos a la policía preparándose para intervenir. Al llegar a casa, respiramos aliviados. Sin embargo, unas dos horas más tarde, escuchamos disparos a lo lejos. Como vivíamos relativamente cerca del lugar de la manifestación, supusimos que se trataba de enfrentamientos. Nadie dijo nada. Ignoramos el sonido y nos fuimos a dormir. Al día siguiente, no apareció ninguna noticia al respecto. La manifestación y los disparos habían sido silenciados, como si nunca hubieran ocurrido.
UN RESPIRO ENTRE ANIMALES SALVAJES: EL SAFARI EN SANTA LUCÍA
Casi al final de nuestra estancia en Zululand, los cuatro docentes del equipo -tres hombres y una mujer, repartidos entre dos escuelas- logramos coincidir en un fin de semana libre para hacer una escapada a Santa Lucía, antigua zona de caza del rey zulú y hoy parque nacional protegido.
Alquilamos un coche y emprendimos el viaje por nuestra cuenta, lo cual ya fue toda una experiencia: no estábamos acostumbrados a conducir por carreteras donde los semáforos no siempre funcionan, y donde la conducción requiere una atención constante ante imprevistos. Aun así, el trayecto valió la pena.
Lo que encontramos superó todas las expectativas: vimos elefantes, cebras, antílopes de distintas especies —kudu, nyala, eland, waterbuck, duikers—, monos vervet, babuinos, perros salvajes, enormes murciélagos de la fruta y cientos de búfalos. Pero lo más impactante fue encontrarnos con unos veinte rinocerontes, uno de ellos a escasos diez metros, acompañado de su cría. Nuestro guía nos dijo que habíamos tenido mucha suerte, ya que el día anterior no habían visto ninguno por culpa de la lluvia.
También vimos los restos de un elefante muerto, víctima de la caza furtiva, lo que nos dejó una sensación amarga. Me sentí profundamente asombrado por la belleza de los animales en su hábitat natural, pero también reflexivo ante la fragilidad de los ecosistemas y la crueldad humana que amenaza su existencia.
PAZ EN MEDIO DE UNA REALIDAD INTENSA
Aunque era mi primer safari en África, años atrás viví y trabajé con los Agustinos Recoletos en el Amazonas brasileño, donde también tuve la oportunidad de convivir con la naturaleza en estado puro. Allí vi delfines rosas y grises de agua dulce, caimanes, pirañas, serpientes de coral, monos, tortugas enormes, tucanes, guacamayos, mariposas gigantes e insectos de colores imposibles. Cada encuentro con la fauna amazónica fue una lección de humildad y asombro.
Sin embargo, el safari en Santa Lucía tuvo un impacto emocional distinto: fue un respiro en medio de una realidad intensa, una pausa que nos permitió reconectar con la naturaleza antes de volver a la complejidad de la vida en las townships.
UNA EXPERIENCIA TRANSFORMADORA
Sudáfrica me enseñó que la educación no siempre ocurre en condiciones ideales, pero sí puede florecer en los lugares más inesperados. En Qhakaza, entre aulas llenas, cortes de electricidad y realidades marcadas por la desigualdad, descubrí que enseñar es también escuchar, observar y aprender. Aprendí que la resiliencia no es una palabra vacía, sino una actitud diaria; que la empatía no se enseña con teoría, sino con presencia; y que la dignidad puede mantenerse incluso en medio de la adversidad más dura.
Esta experiencia me recordó que la educación es, ante todo, un acto profundamente humano. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de construir puentes entre mundos distintos, de sembrar esperanza donde a veces solo hay incertidumbre. Y, sobre todo, de reconocer que, en cualquier rincón del planeta, enseñar y aprender siguen siendo dos de las formas más poderosas de transformar vidas.
MANUEL SALADO PIÑERO
Voces de Zululand: una historia entre la enseñanza y la vida (I) https://www.puentechico.com/2025/10/voces-de-zululand-una-historia-entre-la.html



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Interesante reportaje de esa visita a Sudáfrica en estos cuatro capítulos. Me ha gustado mucho la forma de contarlo y las fotos aportadas. Enhorabuena.
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